El milagro de la Fonteta cumple hoy cuatro años. Una de las remontadas más milagrosas que se recuerdan en el baloncesto reciente. Unicaja se alzaba con su último título después de ir perdiendo por trece puntos a falta de unos pocos minutos para la bocina final. Un parcial de 2-16 que enmudeció al pabellón taronja. No apto para cardíacos. Un trofeo continental muy especial por diversos motivos: porque el club aplicó aquello de que la fe es lo último que se pierde, con Valencia desfilando en su banquillo las típicas camisetas de campeones, que en numerosas ocasiones resultan ser gafes. Bendito favor nos hicieron. Porque esta copa daba billete directo a la Euroliga de la temporada siguiente y un gran prestigio dentro del viejo continente. No todos los días se gana una Eurocup. Y por último, el factor emocional. Ganabas como visitante, ante un rival directo y después de perder el primer partido en la serie.
Cómo hemos cambiado desde entonces. Solo sobreviven tres jugadores de aquella machada: Carlos Suárez, Alberto Díaz y Adam Waczynski. Los dos primeros, piezas clave en el bloque de Joan Plaza. El canterano fue el máximo anotador en el partido definitivo. El madrileño, un líder para que Unicaja creyera cuando el partido estaba perdido. La garra y la intensidad necesaria para darle la vuelta al marcador. Dos puntos recibidos en los últimos nueve minutos. El resto es historia.