Recientemente, el pueblo de Nerja fue testigo de una experiencia enriquecedora organizada por la Escuela Nómada de Fotografía y Fundación Unicaja, dirigida al Centro de Participación Activa para Mayores de Nerja. Bajo la guía del director de la escuela, Mariano Pozo, este curso combinó aprendizaje, práctica y expresión artística, culminando en una emotiva exposición de las obras creadas por los participantes. El taller comenzó con una jornada teórica en la que Mariano Pozo compartió sus conocimientos y experiencias con los mayores participantes. Durante esta sesión, los asistentes exploraron conceptos básicos de fotografía, técnicas creativas y la importancia de la expresión personal. La charla sirvió para motivar a los asistentes y prepararles para las actividades prácticas que seguirían, fomentando un ambiente de curiosidad y entusiasmo.

La segunda jornada fue completamente práctica y se llevó a cabo en las calles de Nerja. Los mayores del Centro de Participación Activa nerjeño salieron a explorar su entorno, utilizando las calles, fachadas y elementos urbanos como inspiración y escenario para crear sus obras. Bajo la supervisión de Mariano Pozo, los participantes experimentaron con diferentes técnicas, plasmando su creatividad en el paisaje urbano del pueblo. Esta actividad no solo fortaleció sus habilidades artísticas, sino que también promovió la interacción social y el disfrute del entorno que los rodea.
El cierre del curso fue una exposición en la que se mostraron las obras realizadas por todos los participantes. Este evento fue una auténtica celebración final de taller. Familiares, amigos y vecinos tuvieron la oportunidad de apreciar las creaciones, que reflejaban la visión y el esfuerzo de cada uno. La exposición no solo destacó la creatividad de los mayores, sino que también fortaleció los lazos entre ellos y promovió la importancia de la participación activa en actividades culturales en la tercera edad.
Este taller ha sido un ejemplo de cómo el arte y la educación pueden transformar vidas y fortalecer el tejido social. Fomentar espacios de aprendizaje y expresión artística en la tercera edad enriquece a los participantes y aporta vitalidad y color a toda la comunidad. Sin duda, una experiencia que deja huella y que demuestra que nunca es tarde para aprender, crear y compartir.