Días algo confusos tras el tropiezo del Unicaja en Badalona el pasado domingo. Se mostró una versión competitiva que hacía meses no se palpaba en el equipo verde, teniendo en cuenta la entidad de un Joventut que mostró fiabilidad en los últimos tres minutos; y donde los visitantes naufragaron de forma agónica. Hay dudas, justificadas, con la poca capacidad de respuesta en los de Ibon Navarro: abuso del triple está ahí, o los problemas a la hora de construir en estático, entre otros aspectos. Se irá puliendo con el tiempo, pero se entiende un poco la desesperación tras la bocina final en el Olimpic.
Más aún con las estadísticas grupales en estas primeras cinco jornadas, donde el Unicaja no sale bien parado. El conjunto malagueño es de los peores equipos de Liga Endesa en apartados que son básicos en el baloncesto: 15º en valoración (75,4 por partido); tercer peor ataque (73,6 puntos); también 15º en rebotes totales, problema que se acentuó en Badalona (32,6 capturas por encuentro); antepenúltimo en acierto en triples (30%), o penúltimo en eficacia desde el tiro libre (67.6%). Demasiado abajo en tantos aspectos, lo que es un buen indicativo que a este equipo le cuesta generar. Y eso que no se carece de talento precisamente.
El conjunto malagueño además es el 5º que peor cuida el balón (14,6 pérdidas). Se contrarresta con la posición digna en número de asistencias (17,8), solo superado por Real Madrid, Barcelona y Baskonia; 5º que menos puntos encaja (75 por choque) o líder en número de recuperaciones (12,8 robos). En el término medio está la virtud.
Cogerlos con alfileres pero son un buen indicativo de dónde hay mucho que trabajar. Donde este Unicaja ha demostrado ser algo fiable es en valores intangibles: el camino para haber sumado los cuatros triunfos del curso.
