La contundente victoria ayer en Cluj llena la moral del Unicaja y su entorno, uno de esos días que pueden marcar un punto de inflexión en la temporada. Vimos a un equipo demasiado hecho para el poco bagaje de Ibon Navarro en el banquillo cajista, una cara muy distinta a la de hace semanas. La firma del nuevo técnico ya se percibe más allá de los rostros de los jugadores, también en la táctica, un conjunto más rico, con más armas y en definitiva más propenso a ganar partidos de cualquier índole, que al final es de lo que se trata. Analizamos las claves del resurgir de este Unicaja.
La primera variante que llama la atención es la configuración de los quintetos. Ante esa falta de físico, quintetos altos para contrarrestar ese déficit. Medida práctica y que por ahora surte efecto. A grandes males, grandes remedios. Ayer vimos a Bouteille de escolta, en su versión de tirador metedor, o Abromaitis de alero; acompañados de Oliver y Kravic por dentro. Nzosa jugará siempre de ‘4’ y Barreiro de ‘3’. Parece que esa será una de las premisas con Ibon Navarro en el banquillo.
Los fichajes han caído de pie
Y unos fichajes que están dando un nivel, que ni el más optimista se habría imaginado. Más allá de la exhibición de Cameron Oliver en Rumanía, el nombre propio del que todos hablan, Mooney y Kravic han dado un aire distinto a este Unicaja. Ambos llegaron con Fotis Katsikaris, pero han terminado de calar con Ibon Navarro. El pívot fue clave para romper el partido en el tramo final en Cluj.
Por último, la diferencia de energía con respecto a la etapa del heleno, ahora el Unicaja muerde y tiene la capacidad de sobreponerse en momentos difíciles, ahora es un equipo más fuerte mentalmente. No es casualidad y ahí Ibon Navarro tiene algo de culpa.