Durante muchos años mi hermano mayor, el insigne poeta universal Manuel Alcántara me lo recordaba siempre que teníamos la oportunidad de hablar: “Al final cumplir años sólo sirve para ir quedándote solo, perder a tus seres más queridos y a casi todos tus amigos con lo que te embarga una sensación de soledad que voy eludiendo tratando de mantenerme activo pese a mis ya muchos achaques”. Por suerte aún soy joven para ver la vida desde el prisma que con el paso de los años la definía el maestro.
Sin embargo no negaré que de un tiempo a esta parte he perdido a tantos amigos, algún que otro familiar, y conocidos significativos para mí, que empiezo a pensar que Don Manuel tenía mucha razón en su análisis de la realidad.
Hoy no quiero glosar aquí, sería muy fácil hacerlo, la figura de un buen amigo y excepcional consejero, que se nos ha ido en estos días, Luis Cuevas García. En estas líneas no pretendo hablarles del PADRE del ciclismo andaluz ni de quien recuperó la Ruta Ciclista del Sol y la Vuelta Ciclista a Andalucía. Ni añadirles más retahíla sobre cómo desde Valencia se mudó a Barcelona para crear en tiempos de enorme dificultad una empresa líder en la organización de eventos deportivos, que una vez llegada a Málaga se convirtió en entrañable para el mundo del ciclismo y muchos malagueños en particular.
Esto ya lo saben y sino lo conocían lo habrán descubierto durante la pasada semana. Quiero escribir, porque así lo siento, de mi amigo. De la persona que realmente fue Luis para todos los que tuvimos la enorme suerte de conocerlo. Afable, cercano, amable, sin una mala palabra, aunque serio e implacable cuando las circunstancias lo requerían.
Ayudando a todo el que pudo para unirlo a la gran familia en la que se convirtió Deporinter y la Vuelta Ciclista a Andalucía. Le daba igual si eras de un medio de comunicación importante o de menor índole, siempre estaba ahí para ayudarte y daba igual la hora que fuese o cuando hubiese terminado una etapa.
Es más, y en una época donde los teléfonos móviles aún no dominaban nuestras vidas, te llamaba incluso a tu habitación del hotel para asegurarse que el problema, por ínfimo que fuese se había resuelto. También me aconsejó durante muchos años a cómo ir haciendo grande mis proyectos empresariales y a intentar que no me metiese en líos serios. Es obvio que la segunda parte no pudo conseguirla de mi persona, pero aún así logró frenar muchos de mis ímpetus de juventud.
Y lo más llamativo, consiguió poner de acuerdo a tantos cargos públicos de la vida política, social, deportiva y mediática, que casi parecía un milagro. El mundo del ciclismo español, no sólo andaluz, pierde a su Juan A. Samaranch particular, a su mejor representante sin ninguna duda.
Ahora amigo Luis, en tu tribuna celestial particular al lado de tu entrañable amigo Ettore Stecchini, fundador de la Pizzeria Trastevere en Málaga, amante apasionado del ciclismo y del baloncesto, o de Antonio Guadamuro, entre otros grandes, os contaréis las vivencias de un legado incalculable que has dejado aquí en la Málaga de tus sueños y de varias rondas ciclistas andaluzas que pudisteis compartir.
Tus hijos, mi entrañable Joaquín, un excepcional Luis o un avanzado Toni, tienen ahora la responsabilidad más grande que por otra parte ya venían realizando, preservar tu legado. Nos vimos por última vez hace ya unos años, en la papelería del amigo Antonio en la urbanización de Guadalmar, en la calle Rogelio Oliva. Tan afable como siempre y dejando un consejo para los más jóvenes, como no podía ser de otra manera.
¡Descansa en paz!, amigo mío, sigue ayudando y guiando a tus hijos allá donde te encuentres que de seguro será cerca de una bicicleta e ideando ya la Ruta Ciclista del Cielo Andaluz.