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Julián Romaguera, un periodista de raza, un gran amigo y un maestro extraordinario

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Para mi desgracia, escribo estas líneas desde México, lo que quiere decir que no voy a poder acompañar en su último viaje a mi amigo y maestro Julián Romaguera, al que de todos modos nunca despediremos para siempre, como a las buenas personas y él siempre lo fue, con un ¡hasta luego! Con el fallecimiento de Julián, maldito y traicionero cáncer, se va un referente, un símbolo del periodismo malagueño y, con los años, un jefe de prensa ejemplar del Ayuntamiento de Torremolinos.

Romaguera fue siempre un periodista de raza, de la vieja escuela, de los que van quedando pocos, por desgracia, para el periodismo del siglo XXI. Mi amigo y maestro fue un ejemplo de muchas cosas en su vida, pero no me cabe ninguna duda de que su maestría para dirigir desde 1993 el Diario Málaga Costa del Sol ha sido y será un ejemplo de habilidad, perseverancia, rigurosidad, objetividad e independencia, que debería estar como asignatura obligatoria en la Facultad de Periodismo.

Julián, como director, eran otros tiempos, solo con su presencia en la redacción y su forma de entrar en la misma ya marcaba una impronta propia que hacía reaccionar a todos los redactores al mismo tiempo. Tuvo que lidiar con un compañero de viaje complicado y manejar los tiempos de la propiedad del periódico, no sin las dificultades que ello conlleva. Sin embargo, este melillense con sangre malagueña por sus venas y rojiblanco de corazón fue capaz de sortear las dificultades del camino y hacer suya la frase: «Lo importante no es el destino, sino cómo sea tu viaje hasta llegar a él.»

Romaguera era capaz de levantar una redacción entera en cinco minutos, a la par que atreverse a cambiar una portada cinco minutos antes de enviar el periódico del día a la rotativa si era necesario. Nunca le vi torcer el rostro ante ninguna adversidad —que las hubo y muchas en el Diario Málaga Costa del Sol— ni achantarse con ningún protagonista, ya fuese más o menos importante o con más o menos influencias. Julián fue incorruptible y ¡ay de aquel que se le hubiese pasado por la cabeza cualquier mínimo atisbo al respecto!

Como nos enseñó periodismo en vena a José Carlos Borrella, Julián Caballero, Juan Gaitán, Antonio Roche, Kiko Álvarez de Toledo, Javier Sánchez y a otros muchos que hoy son brillantes periodistas o redactores. Hoy su hijo, y buen amigo de nuestra familia, Julián, tiene la obligación de proteger y difundir el legado de un hombre extraordinario, de un profesional como pocas veces se encuentra en nuestra profesión, pero, sobre todo, tiene la responsabilidad de mantener viva la llama de la humanidad y saber estar como persona de su señor padre.

Tuve el inmenso honor de entregarle el escudo de oro de Radio Marca Málaga en el año 2022 y su agradecimiento para nuestra redacción ya fue eterno y humanamente indescriptible. Hoy no digo ¡adiós! a Julián Romaguera, porque para mí siempre estará en mi memoria, y nadie muere mientras se le recuerde aquí entre nosotros. Y a él le recordaremos siempre. Y que ¡cojones!, como diría tu padre, ¿verdad, Julián? Porque me sale del alma y del corazón tenerlo siempre en mi recuerdo.

¡Descansa en paz!, amigo y hermano, maestro de periodistas y profesor mío, al tiempo que nos guías desde tu tribuna celestial junto a San Pedro, al que a buen seguro habrás revolucionado ya la redacción del periódico del cielo, propiedad del Todopoderoso.

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