No es ninguna novedad que el Málaga CF sume una derrota este curso. En una temporada difícil para la parroquia blanquiazul, no es igual perder como lo hizo ante el Eibar a hacerlo como venía acostumbrando. Fue la primera de la ‘era Guede’, y no dejó indiferente a nadie. La valentía del equipo es un añadido a un barco que cada vez se hace más grande.
El encuentro en Leganés supuso un bálsamo y una declaración de intenciones del entrenador argentino. Natxo no dejó buenas sensaciones con muchos jugadores de la plantilla, a los que descartó casi por completo. En Madrid, Sekou fue el ejemplo más destacado. La película siguió por un camino semejante en La Rosaleda.
Este pasado sábado, el bonaerense volvió a recuperar dos figuras que fueron clave en el inicio de temporada. Kevin y Roberto sumaron una buena cantidad de minutos y desplegaron una amenaza muy real para los vascos. El de Llano de la Trinidad volvió a ser mago. Regates, conducciones, latigazos lejanos y, en general, peligro constante. A raíz de su actuación y con uno menos sobre el tapete, el Málaga pudo contestar al Eibar en una situación muy compleja.
Hay que hablar también de Roberto Fernández. Con José Alberto López, el cordobés fue trascendental en el arranque del año. Un jugador que ha demostrado que es capaz de generar siempre y cuando actúe en su radio de acción. Con tan solo 19 años, fue capaz de salir y fijar centrales, teniendo un remate de cabeza muy forzado que pudo cambiar el sino del encuentro. Una capacidad de asociación que engloba todo lo que un delantero debe tener y lo que le hace falta al conjunto de Martiricos.
La aportación de ambos canteranos vuelve a tener relevancia. Guede, además de demostrar que sabe leer los encuentros, también está aplicándose el parche en la recuperación de pilares fundamentales del vestuario. Un barco cada vez más grande que navega a toda vela en busca de encontrar la salvación.