Nació para jugar de blanquiazul, o al menos eso parece. Desde su llegada a Málaga es otro futbolista, como si hubiese vuelto a reencontrarse con aquel jugador que se lo rifaban numerosos filiales. Tete Morente llegó a la Costa del Sol el pasado 30 de enero por el salario mínimo profesional en Segunda División después de rechazar varias ofertas. Sin tiempo para conocer al vestuario y la pizarra del entrenador, el gaditano irrumpió con la fuerza y velocidad de un meteorito.
Su primera aparición fue contra el Numancia en la victoria ‘in extremis’ en La Rosaleda. Tuvo media hora y ya dio sensaciones de verticalidad y peligro en campo rival. En el siguiente, titular en el Carranza y partido sobresaliente. Aquella vez fue su primera gran aparición. Y desde entonces no paró de realizar actuaciones brillantes. Su debut goleador llegó una semana después contra el Racing de Santander.
El parón a causa del Coronavirus frenó la línea ascendente del extremo, al que le queda una temporada más como jugador en propiedad de la entidad malacitana. Frente al Huesca en el encuentro de reanudación provocó una cartulina roja y un penalti a favor, confirmando su nivel y calidad. El poco tiempo para descansar en estas últimas semanas mermó al de La Línea de la Concepción. Pero, de nuevo, frente al Extremadura con una asistencia y contra el Girona con dos, demostró ser de los jugadores más valiosos de la plantilla blanquiazul.
Por suerte, este no es el Tete de Lugo, donde no consiguió ni asistir ni marcar. Cogió la oportunidad del Málaga y su nota individual ha cambiado drásticamente desde enero hacia adelante. Tanto que las cifras hablan por sí solas: 2 goles y 3 asistencias en 3 meses como blanquiazul, las mismas dianas y pases finales que en 15 meses en su periplo en el Lugo y Nástic. Por eso, este Tete Morente ya tiene encandilado con su fútbol y coraje a la afición.
