Si hay un regalo que piden a los Reyes Magos aquellos chavales que juegan al fútbol, ese es convertirse algún día en profesionales. Hace menos de una década, ese deseo comenzó a hacerse realidad en Málaga para un puñado de preadolescentes canteranos gracias al añorado Manel Casanova y a su más estrecho colaborador, Francesc Arnau.
Los Ramón Enríquez, Ismael Casas, Cristo, Juande, Juan Cruz, Larrubia o Hicham son algunos de esos casos, de niños que hoy no sueñan sino que ya son puntales importantes del equipo costasoleño. Y hay más que vienen empujando fuerte también, lo que denota el extraordinario legado que dejó aquel binomio responsable de la cantera malaguista.
Por no hablar de los que ya no están, salvadores no tanto a nivel deportivo como económico con sus ventas. Ontiveros, En-Nesyri o Mula son algunos de los últimos ejemplos de cómo aquellos chavales se convirtieron en enormes activos que garantizaron la viabilidad del club.
Pero lo que son las cosas, aquellos mirlos pueden amargarle el sorbo de la Copa a su particular Rey Mago el día de Sus Majestades de Oriente. E incluso también el sábado en Liga. Es lo que tiene este calendario que ha colocado dos Málaga-Oviedo en apenas tres días.
La salida de Arnau
El catalán es ahora director deportivo del Real Oviedo, donde la pasada campaña ya cumplió con el objetivo de la salvación. Sin embargo, su salida del Málaga le dejó con una espinita clavada porque no fue la deseada después de tantos años de servicio a la entidad, primero como jugador, después como adjunto a la dirección de la cantera y por último como director deportivo.
En esta etapa tuvo sus claros y oscuros. A pesar de las injerencias de Al Thani, dejó un gran superávit económico en sus operaciones e inversiones. Sin embargo, en el recuerdo latente del malaguismo pesan más el contrato que en su día firmó a Juanpi o los carísimos traspasos pagados por Keko o Cecchini.
Arnau, seguro, tendrá su corazón partido estos días con sus canteranos del Málaga. Pero pase lo que pase, no perderá el orgullo de ver jugar como profesionales a aquellos niños que un día pidieron ese regalo a los Reyes. Él, con su inseparable Casanova al lado, lo hizo realidad.
