El Málaga buscará el próximo domingo echar sal en la herida del Lugo. Una hemorragia que ya dura diez partidos, y no parece que haya brotes verdes para el conjunto dirigido por Luis César Sampedro. Anoche se llevó un duro correctivo de Las Palmas: seis goles y que pudieron ser más. Extraño ver en esta competición un marcador tan abultado, en una señal clara de equipo tocado y hundido. El cambio de técnico aún no ha surtido efecto, más bien al contrario, porque más allá de los resultados, muy pobres, las sensaciones son aún peores: dos tantos a favor en los últimos cinco partidos. Mucho trabajo tiene por delante el entrenador gallego. Y el tiempo juega en su contra, ya que una hipotética derrota podría dejarle sentenciado. La situación es preocupante pero no alarmante si vemos la tabla clasificatoria, aún tiene cuatro puntos con la zona roja.
Por su parte, el Málaga está obligado a pasar página rápidamente después de la derrota abultada ante el Almería del pasado martes. Es evidente que al equipo le faltó frescura, entre otras cosas, como para poder competir con todas las garantías. El cuadro de Pellicer tiene en sus manos una oportunidad única de conseguir una victoria con valor doble: darle la puntilla a un rival directo por la permanencia, y llegar a los ansiados 45 puntos, cifra que daría tranquilidad. Lo más importante es recuperar sensaciones positivas y volver a la dinámica de sumar puntos en cada jornada. Quizá nos hemos malacostumbrado.
Una guerra le espera al Málaga en el Anxo Carro. «Tenemos que demostrar el domingo que somos un equipo de verdad», decía Luis César anoche tras el set recibido en Las Palmas. Una clara declaración de intenciones. Cinco derrotas y cinco empates es el balance de las ultimas diez jornadas. Al Lugo le urgen los puntos, y de tres en tres; no lo hace desde un 23 de enero ante el Tenerife en dicho escenario. Ha llovido desde entonces. Ojalá la agonía gallega dure al menos una jornada más.
