El ambiente era tenso en la previa del partido en Oviedo. Los locales, tras un reciente cambio de entrenador, afrontaban el encuentro como una final en su lucha por el ascenso directo. El equipo malagueño soñaba con dejar atrás la zona roja y disputar los partidos restantes sin presión. Lo que nadie esperaba era que el duelo se desarrollara de una manera tan rocambolesca. Un partido que, si se mira atrás en la temporada, deja la sensación de haberse repetido al menos 10 veces. Un partido en el que el Málaga CF no merecía perder, pero terminó cayendo. Este es el Pizarrón de Radio MARCA Málaga sobre el Real Oviedo – Málaga CF, un análisis de la derrota sufrida por el equipo de Sergio Pellicer.
Una primera parte plana. Sin ocasiones claras, así acabó la primera parte. Sin disparos peligrosos de ninguno de los dos equipos. Un partido que tuvo 45 minutos que ambos usaron para tantear a su rival. El Oviedo, influenciado por el cambio de entrenador, estuvo impreciso y se encomendó a las carreras de Haissem Hassan, que fue un puñal y causó mucho daño en la banda de Víctor García. Por el lado malaguista, nada nuevo. Una primera parte controlada que tuvo como protagonista a Manu Molina. El ’12’ movió al equipo y dirigió una primera mitad que sirvió para comprobar que se podía hacer daño al conjunto local subiendo una marcha.
Se echó de menos más participación en tres cuartos, tanto de Larrubia como de Lobete, que no estuvieron cómodos, lo que llevó a que sus compañeros no pudieran encontrarlos. La noticia positiva fue la entrega de Chupete, quien fue capaz de ganar balones y generar buenas situaciones peleando solo arriba.
La batería de ocasiones. El Málaga genera poco: 1.3 ocasiones claras por partido. Lo preocupante es que, excepto el Racing Ferrol (0.8), todos los demás equipos de LaLiga Hypermotion generan más. Si a esto le sumamos que el equipo falla, de media, una ocasión clara por encuentro, el problema se agrava.
A lo largo de la temporada, Roko ha fallado 5 ocasiones; Dioni, Lobete y Rahmani, 4; Cordero, 3; Larrubia y Chupete, 2; y Kevin, 1. En un tramo de 7 minutos el Málaga generó 5 disparos, de los cuales dos fueron ocasiones claras. Primero, el cabezazo de Chupete a un gran centro de Cordero al primer palo. Después, el remate a las manos del ’26’ desde, más o menos, el punto de penalti. Un buen tramo que acabó sin gol visitante y que fue seguido por minutos difíciles para el Málaga. Hubo que esperar hasta el 85 para ver otro disparo del conjunto blanquiazul.
Cambios atrevidos. El primer cambio llegó en el 69, Kevin por Cordero. Flojo partido del canterano que dejó un 2/11 en centros, un solo tiro a puerta, 15 posesiones perdidas y un 0/1 en regates. Tras el 1-0, Sergio Pellicer mueve piezas y entran Ochoa y Dioni por Luismi y Larrubia. Esto colocó a Ochoa en el doble pivote con Manu Molina y Dioni de mediapunta detrás de Chupete, desplazando a Lobete a la banda derecha. Los tres jugadores que entraron de refresco generaron el gol malaguista. Recuperación y apertura a banda de Ochoa que encuentra a Kevin abierto. El ’11’ avanza, llega a línea de fondo y levanta la cabeza.
Pase atrás y remate franco para Dioni que quita las telarañas de la escuadra oviedista. Un gol con la firma de Sergio Pellicer y esos tres cambios. Con el 1-1 en el marcador, el punto que sabía a oro pesó más que la ambición. Entraron Rafa y Rahmani por Lobete y Chupete, colocando una estructura más reconocible, pero que dio más espacio al Oviedo.
Un final fatídico. Evitando lo emocional y yendo a lo táctico hay varios puntos a analizar. Lo primero, como se ha dicho ya, los últimos cambios malaguistas hicieron que el equipo reculase y defendiera más atrás. Esto generó espacio como se observa en la jugada del 2-1, ya que Nacho Vidal centra sin ninguna oposición. Además, Alemão busca el duelo aéreo con Puga al que consigue imponerse y mandar el balón al segundo palo. Y si los tópicos existen es porque ocurren.
Por algo se dice que «Dos remates de cabeza en el área es gol». Por ello, Manu Molina acude al despeje de forma desesperada en busca de sacar el balón como fuese. Una ayuda defensiva necesaria, puesto que durante toda la segunda parte, Víctor García no había conseguido cerrar ni uno de los remates que llegaban a su palo. Y finalmente, la mala suerte se apoderó del partido y Manu Molina mandó el balón a portería propia. Una jugada que, a mi parecer, define perfectamente la segunda vuelta malaguista.
Un encuentro con un final inesperado y que deja al equipo malaguista pensando en cómo es posible que hayan vuelto de Oviedo sin ningún punto en el bolsillo. Con la mirada puesta en el derbi ante el Córdoba, toca sacar puntos positivos. Las asistencias de Kevin, los buenos minutos de Chupete, el reencuentro de Dioni con el gol y la vuelta a nivel físico de Manu Molina, indispensable para este equipo.