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Obituario: Juan Carrión, un buen delegado del Colegio de Árbitros malagueño

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Juan Carrión. Foto de La Opinión de Málaga.
En la vida hay que conocer a las personas antes de opinar de ellas o juzgar sus comportamientos. Muchas veces, en la vorágine informativa en la que nos movemos, no es fácil hacerlo y caemos desde el periodismo en un análisis rápido y a vuela pluma sobre lo que creemos que pueda estar realizando bien o mal una persona con las responsabilidades de su cargo.
 
Me ocurrió durante un tiempo con Juan Carrión Sánchez, que fuese delegado del Colegio de Árbitros de Málaga en una etapa muy difícil y convulsa a la vez del arbitraje malagueño.
 
Difícil porque, tras un gravísimo accidente de tráfico, uno de mis mentores más importantes en la sociedad informativa y deportiva malacitana, José Gallardo, q.e.p.d,  no pudo continuar al frente del colectivo arbitral.
 
Un Colegio de Árbitros de Málaga que Gallardo había hecho a su imagen y semejanza tras el exitoso legado de José González Torres, q.e.p,d.
 
No era pues tarea fácil trabajar bajo la alargada sombra de un trabajo que convirtió durante muchos  años al arbitraje malagueño en protagonista destacado de la información deportiva por muchas y variadas razones.
 
Sin embargo Juan Carrión cogió el toro por los cuernos, y con la excepcional ayuda de su inseparable amigo José Luis Paradas Romero, logró no solo mantener el legado de José Gallardo sino incluso desarrollar una expansión de sedes arbitrales por la provincia malagueña en localidades de prestancia muy interesante.
 
No conforme con ello trato siempre que el arbitraje malagueño fuese protagonista de eventos importantes del colectivo arbitral a nivel nacional y desde luego lo consiguió.
 
Además mejoró aún más si cabe, la seguridad jurídica para los colegiados malagueños si éstos eran agredidos o amenazados en los terrenos de juego.
 
Por desgracia, una acusación infame, de la que salió airoso en la investigación jurídica y en la deportiva, provocó, en un gravísimo error del presidente de la Andaluza, Eduardo Herrera, que fuese revelado de su cargo.
 
Personalmente pienso que mi amigo Juan no terminó nunca de superar aquella insidia ignominiosa  después de haber entregado lo mejor de su vida al mundo arbitral.
 
Hoy sus familiares y amigos lo despedimos con un ¡hasta siempre!, Juan.
 
El arbitraje malagueño lo recordará como los católicos a Juan XXIII, el Santo Padre que llegó de paso a la Curia Romana y acabó cambiando el Concilio Vaticano.
 
¡Descansa en paz!, amigo mío.

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