El mundo del fútbol paró en seco por el Coronavirus y el fácil contagio del mismo. La sanidad primó por encima de los intereses económicos de las organizaciones y clubes. Y no es para menos. Incluso hoy nos preguntamos por qué no se detuvieron antes competiciones europeas como la Champions League o la Europa League con encuentros entre equipos de distintos países y, para colmo, con el estadio abarrotado. Parece una quimera echar a rodar la bola en estos momentos. Pero no para los bielorrusos.
Con más de 688.921 contagiados y 32.851 fallecidos en el mundo suena a insulto e inhumano que se siga compitiendo en el país de la Europa Oriental. A día de hoy es la única liga del continente que mantiene en marcha el fútbol. Una auténtica locura e irresponsabilidad. Y, encima, la respuesta de Aleksandr Lukashenko, presidente de Bielorrusia, es que “no necesitan tomar medidas”.
Entre los jugadores que compiten en dicha liga se encuentra un ex malaguista. Es Egor Filipenko, que vistió la blanquiazul la vuelta de la temporada 2014/15 –llegó en el mercado invernal- y la campaña 2015/16, disputando un total de 11 encuentros. Hoy es el central titular del BATE Borisov, derrotado en los dos primeros duelos ligueros. El peligro de contagio es evidente, y más cuando incluso los aficionados asisten a los campos formando aglomeraciones.
Es cierto que hasta el momento la pandemia no ha agitado bruscamente al país puesto que son 94 los afectados y ningún fallecido, pero es ilógico que no se protejan a jugadores y seguidores antes de que el virus aceche con más fuerza.
