Torremolinos arranca su Feria tras el sentido pregón de María José Montés

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A continuación detallamos el pregón realizado por María José Montés Jiménez, presidenta de la Peña los Romeros

Muy buenas noches,

En primer lugar, quiero agradecer a nuestra alcaldesa Margarita Del Cid y a toda su corporación, el haber pensado en mi persona, para ser la pregonera de las Fiestas de San Miguel Arcángel  este año.

Muchas gracias de corazón.

Para mí es un orgullo serlo, y más, después de la pandemia que nos ha tenido recluidos. Gracias a Dios, parece que poco a poco volvemos a la normalidad, y  tenemos muchas ganas de disfrutar y pasarlo bien.

Agradecer también a todos con los que he conversado y me han aportado su granito de arena: Pepe y Maribel Luque Navajas, Juan Antonio Moreno y Tere Sánchez, Domingo Avisbal, Juan Montes Pinto, Remedios La Pollona y Carlos Blanco, que aunque no he hablado con él, su libro sobre las Fiestas de Torremolinos, me ha aportado bastante información.

Por último, agradeceros vuestra asistencia, en especial a los amigos y familia que siempre me han acompañado y apoyado en mis proyectos por y para Torremolinos. Sin vuestra ayuda hubiese sido imposible muchas de las cosas que he hecho. Gracias.

Para los que no me conocéis, deciros que nací en Torremolinos, allá por 1948. Fue en mi casa, situada en lo que hoy es la Avenida Carlota Alexandre. Hija de Rafael Montes y Pepita Jiménez, ambos de Torremolinos. He tenido la gran suerte de pertenecer a una familia del pueblo, nacer y vivir aquí.

En el Paraíso que es Torremolinos.

Si tengo que definirme, diría que soy emprendedora, por eso he formado parte de varios colectivos en diferentes ámbitos: fundadora con otros comerciantes y después presidenta de la ACET, hermana mayor de la Cofradía de los Dolores, y presidenta desde sus inicios de la Peña Los Romeros. También me defino como una gran luchadora, por lo que he creído que era bueno para el municipio. He batallado por recuperar las tradiciones del pueblo que con el boom turístico casi perdemos.  Decir también que no me ha sido fácil siendo mujer, aunque nunca me rendí. Menos mal que los tiempos van cambiando y cada vez existe más igualdad.

Además, el folclore siempre me ha llamado la atención; mi tía Rosario decía que debía ser porque a mi abuela la amamantó una gitana.

Bueno, y después de esta presentación y sin más dilación, empiezo mi pregón.

Los orígenes de la Feria son muy confusos, así que lo mejor es que vaya a los datos y cuente lo que está documentado.

Según dicen los cronistas, las primeras noticias que hay sobre la Feria de Torremolinos se remontan a 1917.

Comentaros que tanto su ubicación, como la denominación de las Fiestas, así como las fechas en las que se celebraba, fueron muy variables en sus principios.

Sobre su ubicación, hasta el 55, el Real de la feria y su caseta oficial estaba en la actual plaza Costa del Sol, llamada así desde los años 60, prolongándose las atracciones por la carretera de Cádiz, hoy Av. Palma de Mallorca. Después se traslada al campillo, cerca del actual Pablo Ruiz Picasso. En el 58 pasa a la huerta de la Nogalera; después se ubicará en la plaza del mercado. En el 61 irá a la Avenida los manantiales. Pasará también por calle Casablanca, por la Huertecilla (junto a la Huerta del Rincón), por el huerto Guerra, para posteriormente instalarse en el 72 en la Avenida Imperial, donde se quedará bastantes años. En el 82 se hará por los Palacios y en el 83 se fijará en el actual recinto ferial.

Su nombre también sufrió varios cambios: en los años 20 eran las “Fiestas en honor de San Miguel Arcángel”; durante la segunda república fueron los “Festejos de Torremolinos”; después de la guerra civil volvió a tomar el nombre del patrón del pueblo; y desde el 46 en adelante, serán las “Fiestas en honor de la colonia veraniega”, lo que implicará el cambio de fechas a final de agosto.

Con respecto a la romería, cuentan que las primeras se hicieron en la Fuente de la salud allá por los años 30, pero la documentación existente es a partir de 1940. De ahí pasó a los Manantiales unos años, después a la explanada frente al Cortijo de Cea, y a las espaldas del palacio de Congresos, para finalmente ubicarla en los pinares en 1972.

Si echo la vista atrás, creo que he asistido a la Feria y a la Romería desde que tengo uso de razón. Al fin y al cabo, son las fiestas grandes de mi pueblo.

Me cuentan que en los años 40, cuando la romería iba a la Fuente de la salud, la organizaban los mismos participantes. Iban en carretas, burros y caballos. La imagen de San Miguel no los acompañaba, de hecho, en los programas de Festejos se anunciaba como “Gran Romería” o “Fiesta campera” sin hacer alusión alguna al patrón.

En la Huerta “la Gotera” todos los años se arreglaba una carreta donde Maribel Luque Navajas, iba de niña. Preparada desde bien temprano, vestida con su traje de flamenca, por cierto, largo como los de ahora, esperaba a que su madre le pintara los labios y le pusiera las flores. Los caballos del cortijo ya preparados, saldrían camino de la Fuente de la Salud, que según me cuenta su hermano Pepe, era un sitio muy agradable para pasar el día, con buena sombra y agua en abundancia.

Dejó de hacerse allí, porque descubrieron que los terrenos no pertenecían a Torremolinos, sino a Benalmádena.

En el Cortijo del Borbollón, la familia Avisbal, que eran los renteros de la finca, también preparaba su carreta todos los años, con la colaboración de Ana y Carmen Montes.

Mi madre y mi tía Sole iban con ellos, ya que eran vecinas y amigas.

Ana Montes, arreglaba un carro donde llevaba a todos los sobrinos.

También en el Cortijo del Moral, Miguel Sánchez y sus amigos preparaban otra carreta cada año, me cuenta Tere Sánchez, enseñándome una foto del 47, donde muy chiquita la lleva su padre en brazos.

En el 48 encontramos la siguiente crónica: “Torremolinos prepara sus tradicionales fiestas de San Miguel, que este año no se van a celebrar por San Miguel. La incongruencia, aunque sea paradójica, dará lugar a un mayor esplendor de estos festejos, ya que por San Miguel suele llover casi siempre…”

¿Por qué este cambio? Torremolinos tras la guerra civil era un pueblo muy pobre, que gracias a los veraneantes veía mejorar su economía, y lo que interesaba es que éstos volvieran al año siguiente. Querían diversión en agosto porque en septiembre ya no estaban. Así que no quedó otra opción que aceptar la decisión de la administración malagueña de cambiar las fiestas a agosto.

Esta dualidad de ferias, una para los veraneantes, con romería incluida, en agosto, y otra más humilde para el pueblo y su patrón en septiembre, la veladilla de San Miguel, se mantendrá hasta bien entrados los años 60.

En los años 50 se empieza a llevar a San Miguel a la Romería. Así nos lo relatan las crónicas: “Gran romería a los Manantiales para acompañar a la imagen de San Miguel, que se venera en la capilla construida en los jardines de los mismos Manantiales”

Me cuentan que la capilla de la que se habla, era una hornacina en el muro del molino de Inca, como la que hay en la casa de María Barrabino, donde se colocaba al santo.

Mis primeros recuerdos empiezan en 1955, tendría yo 6 o 7 años. Iba a la romería en una burra que tenía mi abuela, montada a la grupa con mi primo Antoñillo. Un potro nervioso le dio un culetazo a la burra y mi primo salió volando por las orejas y ya no quiso volver a montarse. Yo guardé como pude el equilibrio y no me caí.  Manolo el de la pitona, que después se casó con una prima mía, se subió a la burra conmigo y continuamos nuestro camino hasta los manantiales. Allí había una gran explanada, justo delante de la casa del manantial, donde unos grandes plataneros orientales, daban muy buena sombra a los romeros, y el agua no faltaba. Mi tía Carmen Montes ya en aquel entonces, alquilaba casas a los veraneantes, y tenía las llaves del molino del Batán, donde pasábamos el día.

En los años 60, con el boom turístico, los veraneantes impulsores de las fiestas de agosto, andaban muy ocupados con sus negocios, y su interés por la Feria y la Romería decayó. Les parecía demasiado pueblerina. Por el pueblo transitaba ya mucha gente de mundo: Actores, actrices, bohemios, príncipes…  con sus descapotables pasaban por la calle San Miguel y derrochaban lujo y dinero a mansalva. Fue la época del Bar Pedro´s, el VIP, el restaurante La Tortuga, y el Quitapenas, donde Joaquín servía cientos de cócteles de champan al día.

En el 65 nadie se hace cargo de organizar los festejos del verano. La Romería desaparece también desde el 62 al 67.   

En el 68 Torremolinos es un pueblo sin raíces, sin señas de identidad. El boom turístico se lo ha comido. Algunos vecinos deciden que esto hay que cambiarlo y se ponen manos a la obra. Podemos decir que, gracias a ellos, el municipio vuelve a recuperar sus fiestas.

En el 69, fui a la romería a caballo. Mi primo Miguel y yo estuvimos unos cuantos meses dando clases en las cuadras de Antonio Soto. Su hijo Joaquín era nuestro monitor. Ese año la salida se hizo desde la actual calle Skal. Allí estábamos los dos, yo vestida de amazona, con traje corto negro, que nos hizo un sastre que llegó del Norte y se instaló en un pasaje de la calle San Miguel. El modisto no tenía ni la más remota idea de cómo hacer un traje corto; menos mal que Dolores García, la de la mercería, le había comprado uno a su hijo Paco, y nos lo prestó como muestra. Antes de salir el cortejo, Don Francisco Aparicio, párroco de la iglesia San Miguel, daba la bendición a los romeros. Ya en los manantiales, participamos en el concurso de Doma, y gané una copa que aún conservo, porque mi caballo empezó a dar coces y no caí al suelo.

La década de los 70 fue difícil y decisiva para que se perpetuara la Romería. Costó bastante desenterrar nuestras tradiciones. En estos años, empecé a arreglar carretas con mi gente.

En el 71 se arregló en el cortijuelo; las ruedas iban adornadas con las hojas de una palmera que tenía en mi casa, que se talaba para septiembre. Como adornos iban peroles de cobre sobre una tela blanca de sábana y claveles naturales salpicados, cogidos con alfileres. Al día siguiente los claveles estaban “chuchurrios”, y así fuimos de Romería.

En el 72, nos tocó una carreta muy vieja en el reparto y tuvimos miedo que se rompiera cuando estábamos todos subidos. Intentamos que la cambiaran, pero no hubo forma, ya estaban todas repartidas. Hablando con Domingo Avisbal nos ofreció preparar la suya juntos. La adornamos por el Cerro del Toril, en un chalet que tenía en alquiler la Inmobiliaria La Galería, donde él trabajaba.

 El carretero que vino ese año era Rafael de Churriana. Se casaba ese mismo domingo, y, aun así, nos llevó y nos trajo a la Romería. Después se fue para casarse.

Este año hubo sólo 2 carretas, la de los Muñoz y la nuestra. Nos pasamos todo el camino cantando aquello de “la carreta que va delante y la carreta que va detrás”

Domingo Avisbal ha sido uno de los habituales que sigue participando todos los años en la Romería. Hacía carreta con su gente y la arreglaban en la  puerta de su casa en Calle García de la Serna. Le ayudaba Emilio el pelirrojo, que incluso algún año se quedó guardando la carreta toda la noche, para que no pasara ná. Otro año hizo carreta con los Muñoz, que también participaban todos los años.

En el 74, asisten más de 10.000 personas a la Romería. Se destaca la masiva asistencia de extranjeros. Participan más de 12 carretas.

En el 75, iba yo a caballo, a la grupa, con un vestido blanco.  La carreta que hicimos ese año tenía como techo un tejado a dos aguas. Delante pusimos ramas de parra naturales, que se trajeron del Olivarillo, de la casa de Ana Cristi y Manolo Ortega. Los racimos de uvas eran de plástico.

Este año hubo 15 carretas y peñas caballistas de los pueblos de alrededor acuden también a los pinares.

Todos los años se grababa una casete con rumbas y sevillanas, se escribían las letras y se hacían copias para todos. Por las noches mientras arreglábamos las carretas, íbamos ensayando las canciones que cantaríamos por el camino hasta llegar a los pinos.

En el 76 el presupuesto que Málaga dio a Torremolinos, no era suficiente para sufragar el gasto que suponían las carretas y las yuntas de bueyes, así que, si querías participar, tenías que pagarlo tú y buscarlas también. Ese año se hizo la carreta “La alegría”. Allí estábamos Maribel la de Amaisa, Paqui Alcaide y yo buscando al portero de la discoteca Cleopatra. Nos habían dicho que tenía carreta y yunta, cosa que no era cierta, pues las había vendido hacía tiempo. Tuvimos que buscar por otros sitios, nos costó muchísimo trabajo, pero lo conseguimos. La arreglamos en el Cerro del Toril, en la nave del Nito.

Una noche estábamos trabajando, éramos solo mujeres, y a la hora de irnos, a las tantas de la noche, solo estaba mi seiscientos en la puerta. Como éramos 9, no cabíamos y algunas dijeron que se iban andando, aunque todo aquello era un descampao. De repente a lo lejos, vimos los faros de un coche…, y en menos que canta un gallo nos metimos las nueve en “el seilla”, que llamábamos cariñosamente Felipe. Aun hoy lo tengo en mi poder.

Los pinares estaban desbordados ese año, más de 20.000 personas asistieron a la Romería.

En este año también, un grupo de feligreses fundan la Hermandad de San Miguel Arcángel con la exclusiva finalidad de conservar y fomentar la devoción y el culto al Santo Patrón, y procesionar su imagen el 29 de septiembre de cada año.

En el 77 mi primo Miguel hace su primera carreta, que se llamaba “el con Pecao”, que por cierto ganó el primer premio, quedando “La Casilla” segunda. Lo normal en aquellos tiempos era ir subidos todos en la carreta, pero por el camino se les rompió algo de la rueda, y tuvieron que bajarse y seguir el camino andando tras la carreta hasta los pinos. El ir andando detrás fue tan divertido, que en los años siguientes, que ya las hacíamos juntos, en la carreta solo se subían los niños y se llevaba la comida y bebida.  Los mayores iban cantando y bailando tras la carreta.

Curioso, ¿no? Hoy en día es lo habitual de ver en el cortejo de la romería.

Por aquel entonces, algunas teníamos vestido de gitana, otras llevaban las mallas y la falda que utilizaban en la academia de baile de Paloma y Marta, donde aprendíamos las sevillanas. Ellos llevaban pantalón negro, camisa blanca, chaleco negro y fajín rojo, y por supuesto el sombrero de ala ancha. Imprescindible ir ataviados como Dios manda, si se querían recuperar las tradiciones.

En el 78 hicimos 3 carretas. Dos para nosotros y otra que llevaba la imagen de San Miguel, porque Ramón Castillo, conocido como Ramón Conejo, estaba muy mayor y ese año no llevaba el carro con San Miguel. A la Romería asistieron más de 40.000 personas, 30 carretas y tractores, y más de 300 caballos.

Un año arreglamos nuestra carreta en la nave de los servicios operativos, que Rodrigo Pérez Moyano nos dejó. Allí estaba también la carreta de Manolo Recuerda, otro de los habituales en la Romería. A cierta hora se acercaba Isabel, la madre de Rodrigo, para que ya diéramos de mano y recogiéramos, que tenían que cerrar. Algunas le dabamos conversación para así quedarnos un ratito más trabajando.

Cierro los ojos y me parece ver a Manolo en la parte delantera de la carreta, con un pañuelillo al cuello y una guitarra en mano. Su hija y sus sobrinas muy pequeñas, le acompañaban.

 La familia de Los Pollones empieza a acampar en los Pinares la noche antes de la Romería. Los amigos y familiares se pasan  a visitarlos y tomar una copa por la noche con ellos. El abuelo Paco había comprado unos ponis, y llevaba a los más pequeños el día de la Romería en un carruaje tirado por un pony. Los más mayorcillos iban montados en los otros. Todos los pequeños vestidos como manda la tradición. Faltaron algunos años, por fallecimientos familiares, pero han seguido haciéndolo hasta poco antes de la pandemia, más de 26 años. Lo dejaron porque se acercaba a la reunión mucha “morralla”, gente rara que incluso llegó a darles miedo.

Esos niños que iban en los ponis hoy tienen más de 40 años, y siguen llevando a sus hijos a la Romería.

En 1979 se formó la Peña Los Romeros de Torremolinos, y desde entonces soy su presidenta, hace ya 43 años. La peña nació como un sentimiento y con la idea de abrir el baúl de los recuerdos de Torremolinos. Nos pusimos una meta: recuperar las viejas tradiciones ya olvidadas de nuestro pueblo, que, sin serlo, así lo sentíamos.

Este año montamos nuestra primera caseta en la Avenida Imperial. Como de dinero andábamos regular, los ladrillos para la fachada los cogíamos “prestados” de las obras que se estaban haciendo en el Cerro del Toril. Por las noches, llegábamos y cargábamos los maleteros de los coches.

A la hora de colocarlos, cualquiera era albañil, los pusieron en línea, sin cazar, así que la primera noche de viento se calló la pared. Menos mal que Miguel Muñoz, socio también de la peña, sabia de Albañilería y levantó la fachada con la ayuda del resto de los socios, enseñándoles cómo hacerlo. Usamos cañizos para cerrarla y chinos en el suelo. Nos donaron un portón y dos rejas, y así abrimos nuestras puertas.

Las actuaciones estaban a cargo de Eduardo Alberca y Paloma Ripoll que salían a bailar, y los palmeros eran todos los que tenían un poco de compás.

Cuando cerraba el Tablao Flamenco “El Jaleo”, la Mami (madre de Mariquilla) venía a la caseta, se subía al escenario y se echaba un bailecito.

Cuando cerrábamos, ya a las claras del día, entre otras cosas, nos dedicábamos a buscar tapones del Fino Tío Mateo. Nos daban 5 pesetas por cada uno.

Lo primero que hicimos cuando tuvimos algo de dinero, fue comprar una carreta. No queríamos que nuestra presencia en la Romería dependiera del presupuesto que Málaga diera para las Fiestas. Nos costó 25.000 pesetas (unos 150€), un dineral por aquel entonces. Se hizo el esfuerzo y se compró por mediación de nuestro socio Honorifico, Diego Gil, quien como entendido en la materia, nos aconsejó en su compra. Con los años hubo que hacerle algunos arreglos, como ponerle las ruedas, el tiro y el lecho de hierro.

La cuidamos como oro en paño, y con ella seguimos participando cada año en la Romería.

Cuando empezamos a ir al Rocío, nos encontramos con las carretas de Emigrantes y Benacazón, que iban adornadas con flores de papel preciosas. Ahí nos veis a unos pocos, quitando flores a las carretas, para luego ya en casa, desmontarlas y ver como estaban hechas. Todo para mejorar y engrandecer nuestra romería, que cada año, recibía más visitantes y participaba más gente en ella.

En el 80, la Tenencia alcaldía anunció en las primeras reuniones que no habría carretas para la romería, solo tractores, porque no se encontraban. Nosotros nos comprometimos en organizar la Romería y encontramos 8 carretas, demostrando al teniente de alcalde de aquella época, que solo había que moverse por los campos y ponerle empeño, que es lo que hicimos nosotros.

Quedo demostrado, que cuando se quiere, se puede, y nosotros queríamos una gran Romería para nuestro pueblo, y así lo conseguimos.

En  el 83 nos cambiamos al actual Recinto Ferial, siendo teniente de alcalde Miguel Escalona. Las peñas y colectivos llevábamos tiempo reclamando un emplazamiento definitivo para afrontar e invertir en el arreglo de las casetas y su techado.

Al principio las casetas que se formaron fueron la Güena Gente, grupo de jóvenes con muchas ganas que ayudó al engrandecimiento de nuestras Fiestas. La mayoría eran hijos de la peña más antigua que había en Torremolinos, me refiero a la Peña Flamenca “Amigos del Arte”. También estaban la taurina, Aiethos, Nizacar, caballistas, la Carihuela, y por supuesto nosotros, Los Romeros. Años más tarde, llegó Cantarranas, la trasnochá, el PSOE, Astosam, el PP, la Hermandad del Rocío y la Hermandad de San Miguel.

Gracias al esfuerzo de todos estos colectivos tenemos hoy en día una gran Feria y Romería. Año tras año se ha superado el número de carretas y tractores participantes en la Romería, así como ha mejorado mucho su decoración. De salir 1 o 2 carretas en los principios, hoy son más de 20 y otros tantos tractores.

Las casetas del Recinto Ferial son acogedoras, cómodas y están techadas. Todos tenemos que sentirnos orgullosos de haber participado en el engrandecimiento de nuestra Feria y Romería.

También este año, organizamos la primera ofrenda de flores a nuestro patrón San Miguel Arcángel. La idea fue de un socio, Antonio Fernández y los primeros años se hacía por la mañana.

Una explosión de color y alegría, todos los colectivos participaban. Casi todo el pueblo se vestía de flamenco y salíamos del antiguo mercado. Cuando llegaba la cabecera al bar Guerola, con toda la calle San Miguel abarrotá de gente, todavía quedaba en la plaza del mercado gente por salir, entre ellos nosotros que cerrábamos el cortejo. Para organizar ese mare magnum utilizábamos walkies, que nos prestaba Miguel Cabrera.

Pasado un tiempo, la Hermandad nos pidió pasarla a la tarde, así más gente acompañaría al santo en procesión. Por aquel entonces no iba la legión y la participación era escasa. Así que aceptamos el cambio, todo sea por nuestro patrón San Miguel

Pasaron los años y decidimos ceder la organización de la ofrenda de flores a la Hermandad de San Miguel.

Gracias a Antonio Jiménez (Antonio del estanco) existe documento gráfico de todo esto que os cuento, de esos años donde no cabía un alfiler.

También ese año, hicimos la primera ofrenda de flores a la patrona, la Virgen del Carmen. Domingo Avisbal aportó la idea, y nos pareció que había que hacerlo para seguir recuperando nuestras tradiciones.

En el 84 se hace el primer pregón, organizado por la peña la Güena Gente, idea de Antonio Fernández también. Este primer pregón lo dio Carlos García Entrambasaguas junto a Manolo Blasco.

En el 85 se hace la primera” novillada de las peñas”, organizada por la peña taurina y con carácter benéfico.

El novillo que toreaban los romeros cada año, se donaba al asilo de las hermanitas de los pobres. Como no tenían grandes congeladores, se troceaba la carne y se guardaba en el congelador del “Restaurante La Ola”. Ellas se lo iban llevando poco a poco, según lo iban necesitando.

Oficialmente en 1986 aparece en el programa de Festejos la Feria de día, pero se puede decir que sus comienzos fueron unos años antes en calle San Miguel. La inquietud de unos cuantos comerciantes por ver la calle adornada y con luces, nos hace reunirnos con el resto y poner todos dinero para adornarla. José Luis Jiménez, los hermanos Sancho, Manolo de Govez, mi prima Gloria y yo, somos los encargados de recoger el dinero, contratar la iluminación y comprar los farolillos para su arreglo. Pedimos prestada las escaleras a Iluminaciones Flores, que pusieron la iluminación de la calle, y nos pusimos manos a la obra colgando los farolillos. El primer año, Esperanza Calvo que trabajaba en Poggio junto con Araceli de la Guantería Costa del Sol, ofrecen a clientes y amigos a mediodía una copa y unas tapitas. Carlos Blanco que en aquel entonces trabajaba en la caja de ahorros de Ronda de la Plaza apareció con su guitarra, así que se montó en ná la fiesta. Al año siguiente varias tiendas a mediodía también dábamos una copa para los amigos, y así fuimos sumando.

En el 87, pusimos enfrente de la Heladería San Miguel varios mostradores e hicimos una paella. Dábamos un platito de arroz y una cerveza, que nos regalaba Cerveza San Miguel, a todo el que se acercaba. Se siguió haciendo un par de años más.

Aunque este año no hubo caballos en la Romería por el brote de “la peste africana”, ésta siguió siendo un éxito de asistencia.

En 1988 fue la feria de la independencia.

Recuerdo que yo estaba en la Confitería Poggio amarrando farolillos a las cuerdas para la decoración de calle San Miguel. Esperanza tenía puesta la radio y en el parte del mediodía anunciaron la segregación de Torremolinos. Fue una alegría para todos: “por fin éramos catetos”, que fue el titular del Diario Sur. Fuimos el pueblo número 100 de la provincia de Málaga.

En el 89 la feria y Romería cogen un auge sin igual, gracias al espíritu festivo de nuestra gente y a la voluntad del ayuntamiento de potenciar nuestras fiestas. Este año tampoco hubo caballos por la peste equina.

En el 90, la Cofradía de los Dolores montó por primera vez el quiosco en el mismo sitio donde los Romeros hacíamos la paella. Nosotros seguíamos haciéndola, pero se donaba a la cofradía para que recaudara fondos, así ayudábamos a mantener otra de nuestras tradiciones.

En el 91 se separó el día de la Romería de los días de Feria. Aunque al principio no gustó mucho la idea, lo cierto es que a nosotros nos viene bien, porque así tenemos la carreta toda la feria adornada en la caseta.

El editorial de la Revista “Torremolinos Semanal” nos cuenta: “100.000 personas en la Romería. Un diez para el pueblo de Torremolinos. El acontecimiento empieza a tomar dimensiones espectaculares, ¡la segunda de España! Se afirma ya”.

En el 92, la Hermandad de San Miguel anuncia su intención de construir una ermita en los Pinares.

En el 93 se hace por primera vez la Misa de Romeros a la salida de las carretas. Fue David Paniagua quien tuvo la genial idea, y como buen amigo nuestro que es, pensó que éramos los idóneos para llevarla a cabo. Empezamos cantándola nosotros, pero año tras año, la han cantado todos los coros de Torremolinos, y también un año nuestros amigos Luz Mari y Rafa.

Los Caireles que en su carreta llevaban la imagen del santo, la colocaba junto al altar para que San Miguel presidiera la misa. La carreta de la Hermandad de San Miguel se acercó al altar el año que fue Hermano Mayor Juan Montes Pinto.

La misa la han celebrado muchos párrocos: Don Florencio Aguilar, el padre Carlos Huelin, Don Francisco Aparicio, Don Ángel Chacón, Don Antonio Fernández y Don Justino del Mazo.

Pepe Naranjo, se encargaba de pedirle a Don Florencio los ornamentos litúrgicos para montar el altar donde oficiar la Misa de Romeros, que como decía el Padre Carlos Huelin: “para decir misa solo hacen falta dos cosas: el sacerdote y los feligreses dispuestos a participar en la eucaristía”.

Al finalizar la misa, repartíamos tallos de romero a los asistentes deseándoles un buen camino hacia los pinos.

Me informan que este año la Hermandad de San Miguel ha tenido a bien hacer una misa romera en la salida. Mis felicitaciones por retomar la idea que muchos echábamos en falta. Me parece lo más lógico dar la bendición a los romeros antes de su camino hacia los Pinares.

En el 2005 no hubo carretas en la Romería, todo el mundo fue en tractores por la fiebre de las vacas locas. Fue la primera y única vez que arreglamos una batea de tractor. Los niños se subieron y fuimos los mayores, como siempre, andando y cantando detrás del tractor.

En 2006 el ayuntamiento decide separar los caballos, situándolos en un lugar bastante apartado, cerca del recinto ferial.

Con el paso de los años, se comprueba que la idea no es positiva y perjudica a nuestra Romería. La prohibición de hacer fuego en los pinares tampoco ayuda mucho a que la gente suba y pase el día en los pinos.

En los últimos años, ha bajado bastante la asistencia a los pinares. Muchos en lugar de pasar un agradable día en los pinos, se quedan por el camino, donde se han montado escenarios y hay actuaciones, o en el recinto ferial, donde algunas casetas abren ese día.  

En nuestras manos está el animar a que suban a los pinos como antaño, no podemos volver a perder nuestras raíces, porque un pueblo sin tradiciones es un pueblo muerto y Torremolinos  señores…Torremolinos está vivo, más vivo que nunca.

Hay que enseñar a los jóvenes que la Romería termina en los pinos, y que como manda la tradición andaluza, se va con el traje de faralaes ellas o con un toque “aflamencao” y el traje corto para ellos, o por lo menos camisa blanca, pantalón largo y sombrero de ala ancha. No en camiseta y bermudas, que entiendo que es más cómodo, pero no es el atuendo para ir de Romería.

Tenemos que estar a la altura de un pueblo que es andaluz y además turístico, y hay que dar una maravillosa imagen de nuestra Romería.

Desde sus principios hasta hoy, nuestras Fiestas han cambiado muchísimo y para bien, engrandeciéndose. Hoy las carretas que van en el cortejo son la mayoría obras de arte. Los distintos colectivos se esmeran con gran esfuerzo para realzar nuestras Fiestas.

La Romería es un escaparate al exterior, nuestro mayor atractivo turístico, que disfrutan propios y visitantes cada año.

No podemos dar un paso atrás; pongamos todo nuestro empeño para que siga mejorando. Torremolinos tiene que seguir avanzando. Tenemos una gran Romería, y debemos estar orgullosos de ello. No bajemos el nivel.

He dicho.

Torremolinos, 28 de septiembre de 2022

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