La mejor noticia de este miércoles, al margen del triunfo convincente del Unicaja frente a Bilbao Basket, es el ambiente que nuevamente se respiró en el Carpena. Pese al horario que no ayudaba a una buena entrada, día laborable además pese a estos días festivos, 8.030 almas acudieron a ver a los malagueños. Era el día donde más tenía que hacerse notar esa Marea Verde que gana partidos ante la situación delicada en el equipo de Ibon Navarro; con solo diez integrantes del primer equipo, varios de ellos tocados. Un día de dientes de sierra, sacar esa energía de donde fuese, pero que el Carpena tenía que dar ese empujón. El club busca un fichaje por dentro, pero no hay mejor refuerzo que un pabellón con esta atmósfera. Va a ser muy difícil ganar este año en Málaga.
Porque otras grandes entradas de la temporada habían tenido asteriscos. Ante el Real Madrid, pese a que no había una gran cuantía de aficionados que apoyaban a los blancos, se rebasaron los 10.000 espectadores; con Betis y Granada se superó también la barrera de los ocho mil, pero en un ambiente más de Copa del Rey por la respuesta masiva de la afición visitante. Frente al Bilbao Basket no hay excusa que valga; se confirma que el Unicaja gracias a este arranque de temporada esperanzador ha recuperado su valor más preciado: el Martín Carpena… de siempre.
Los de Jaume Ponsarnau quedaron cortocircuitados en la segunda parte, además de esa subida de esa energía de los verdes, porque el pabellón supo leer a la perfección lo que necesitaban los suyos. Un triunfo de todos. «Darío no ha podido jugar, veremos cómo está Tyler después de la pequeña torcedura que se ha hecho, Dylan con la mano que no la puede usar… Y con la ayuda de la afición, otra vez. Ha estado espectacular leyendo el partido y empujando en los últimos cuartos para transmitir la energía«, explicaba Ibon Navarro al acabar el partido. Hacer, de la necesidad, virtud. El técnico dio entrada a Saint-Supery y Rubén Vicente, el broche de oro a una noche perfecta.