@SuarezRMarca | Un Palacio como majestuoso escenario del baile inaugural de la temporada. Un hall espectacular, decorado de verde y morado con once mil invitados ávidos de divertirse animando, coreando o cantando al anfitrión que les había invitado a su gran fiesta. Todos esperando que la magnífica puesta en escena con la que demostró su grandeza el día antes tuviera su repetición justo cuando se ponía en juego el primer título oficial de la temporada, la Supercopa.
Pero a pesar de que todo estaba previsto para que el cuento de hadas tuviera final feliz, la realidad es que salvo en los primeros minutos del espectáculo, cuando el Unicaja se puso con 15-9 a favor, nada pudo hacer ante la enorme defensa del Barcelona. De hecho, los catalanes reaccionaron rápidamente con un parcial de 0-13. Desde entonces fue un querer y no poder para los malagueños, demasiado ansiosos por agradar, demasiado responsabilizados por no estar en una final después de tantos años de espera. O quizás es que la maldición del que juega en casa pasó factura.
Sólo bastaba saber cuándo rompería el encuentro el cuadro blaugrana, hecho que llegó entre el final del tercer cuarto y el comienzo del último. Llegó entonces la máxima diferencia del encuentro, superando incluso los 20 (53-75). No hubo nada que hacer. El anfitrión tuvo que ceder su posición de privilegio para que el Barça se llevara la Supercopa, la sexta de su historia, y volviera a reinar en el baloncesto ACB tras la hegemonía impuesta por el Real Madrid la pasada temporada.