Me he levantado con esa sensación de que pasaba algo malo. Quizás haya sido porque me acosté con preocupación. Ha sido como cuando te levantas de una pesadilla pero no terminas de saber si ha sido realidad lo que estabas viendo en tus sueños. Esto por desgracia sí lo es. El Málaga ha tocado fondo a finales del mes de agosto. Lo positivo es que creo que tras el parón solo podremos ver cosas mejoradas, ir a peor me resulta difícil de imaginar. Probablemente, las tertulias de los bares de esta noche, esas que no son oficiales con un micro pero que también cuentan y valen, habrán girado en torno a la búsqueda de culpables de esta situación que ha llevado al Málaga a un verano tóxico y autodestructivo.
No sé qué pensáis porque no estoy en vuestra cabeza, pero yo creo que la culpa es de todos. Absolutamente de todos, y ahí me incluyo yo también. Voy a empezar por orden de importancia en su cargo por el presidente Al-Thani. El catarí ha perdido los papeles. El tweet por el que acaba pidiendo disculpas, juraría que es la primera vez que veo que lo hace y eso habla mucho del nivel del patón, es la prueba de qué ya ve enemigos por todos lados. Arnau, Míchel, sus empleados… Anoche incluso aceptaba consejos de distintos representantes que le ofrecían jugadores a través de internet. De locos.
La culpa también es para la Dirección Deportiva. Arnau no ha estado fino en algunos fichajes y eso ha debilitado mucho su figura dentro y fuera del club. El desembolso brutal, 4,1 millones de euros es mucha pasta para el equipo de la Costa del Sol, por Michael Santos y el poder que han tenido algunos agentes durante su mandato han hecho que el catalán pierda peso. La salida de Fornals, algo que todavía no ha entendido mucha gente, fue el estocazo definitivo para el de Girona cuya única culpa fue la falta de reacción ante lo que venía. Las llegadas no han mejorado lo que había y eso es una realidad que se empieza a ver sobre el terreno de juego.
Míchel tampoco se libra. No está teniendo tino ante esta situación. Si algo aportó el madrileño a su llegada a Málaga fue ilusión. Aunque el preparador intenté seguir vendiendo ese mensaje, su rostro y su tono de voz dicen totalmente lo contrario. El Eibar y el Girona, especialmente este último, dominaron al Málaga con una facilidad pasmosa. El equipo no sabe qué hacer con el balón y tampoco tiene muy claro dónde colocarse sin él. Los mismos cambios, los mismos esquemas y unos resultados que vienen avisando desde julio ante el Sheffield de que algo no va bien.
La afición está dividida y eso tampoco ayuda. Los grupos de animación protestando por los horarios con razón, pero sin saber que es el propio Málaga el que pasa y acepta el aro que le pone el amo de todo esto que es Tebas. El grueso duro de seguidores malaguistas se tiran los trastos a la cabeza unos a otros sin pensar que el escudo que defienden es el mismo. Dialogar y discutir es sano, insultarse e intentar humillar al de lado porque no piensa igual, no lo es. Y así llevamos ya unos años. En plena Guerra Civil constante.
Nadie se libra, la lista es larga y seguramente en ella también muchos meterán a la prensa que sigue la información del club. Nosotros también cometemos errores, aunque creo que no repercuten tanto en el césped. Estoy triste. El pueblo que no aprende de sus errores está condenado a repetirlos. Lo peor es que no sé cuál es la solución y eso es lo que más me angustia. Aquí pongo fin a esta columna de opinión que más que eso es una carta de preocupación. Compartir las penas a veces las hace más llevaderas y eso he intentado hacer en estas líneas.