La situación clasificatoria del Málaga no admite más errores. El equipo de Martiricos ya gastó gran parte de ellos durante los meses de verano, con una política de fichajes que hizo desconfiar al más ingenuo de los aficionados blanquiazules y cuyas consecuencias se han hecho notar desde el césped hasta los despachos. Pero hay más. Los fichajes y, por supuesto, las ventas. Dejar salir a seis titulares (Sánchez, Castillejo, Juanmi, Samu, Darder y Guerra) fue demasiado. La subida en el precio de los abonos, la peor pretemporada de la historia, la ‘depresión’ postvacacional del entrenador y algunas lesiones hicieron que esta campaña comenzase con tantos hándicaps que el solo hecho de arrancar el curso fue de complicado como sacar un coche del fango.
Estamos a principios de diciembre y el Málaga ya ha gastado todas las balas del cargador. Solo queda una, la del mercado de invierno. Una bala y una pistola, suena a ruleta rusa y lo cierto es que lo es. La decisión de confiar en el entrenador, más o menos acertada, ha sido la primera piedra para hilar fino y no fallar en la oportunidad que ofrece los 31 días que dura el mes de enero. Gracia será quien decida que jugador se va por la rampa de salida y que puesto es el hay que reforzar. Tigha, Horta, Espinho, Boka, Ochoa, Filipenko… La lista de jugadores que se pueden quedar por el camino es amplia y el margen de error muy corto.
Sin Casado, y con Husillos maniatado y defenestrado, la ‘gracieta’ será saber quién es el encargado de negociar los fichajes. Arnau suena con fuerza, como interino, mientras que el grupo de trabajo de González Segura promete tener especialistas en cada una de las áreas que la entidad de la Costa del Sol necesita, incluida la deportiva. Tres o cuatro jugadores acabarán llegando y esta será la prueba final para conocer si los blanquiazules han aprendido la lección de verano o si por el contrario nos espera un descenso que algunos, aunque sea enero, ya dan por hecho.