AMRABAT, UN JUGADOR DIFERENTE

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Corría el minuto cincuenta y siete de partido ayer en La Rosaleda. Hélder Postiga acababa de poner en tablas el encuentro y la eliminatoria. Justo en ese momento, Javi Gracia, que quiere ganar la Copa aunque no lo admite abiertamente, mandó a salir al campo a Amrabat. El navarro sabía muy bien lo que tenía en el banquillo y que sacar al marroquí al campo podía dar un giro a la última media hora. No hizo falta porque Recio puso el 2-1 casi de inmediato. Pero los siguientes treinta minutos fueron de puro placer para el malaguismo. Amrabat es de esos jugadores que, por su manera de jugar y estar en el campo, cambian un partido, cambian un estilo y cambian hasta el ambiente de un estadio.

 

Fue entrar al campo y el Málaga adelantó quince metros su línea de presión porque Amrabat no trota, se lanza contra la defensa rival en busca de robar el balón. Manuel Pablo, Lopo y compañía pedían la hora al final del partido a pesar de la derrota, no querían seguir ‘sufriendo’ al dos malaguista y su velocidad.

 

Después de poco más de un mes de baja, Amrabat se sintió cómodo en la banda, adonde caía con frecuencia y desde donde se inventó la jugada que sentenció la eliminatoria, la del 3-1 de Roque, un gol que ha podido ser el último en La Rosaleda del paraguayo, muy cerquita de marcharse al Cruz Azul mexicano. El marroquí tuvo tiempo de hacer alguna galopada de las suyas, pero también de tirar de freno de mano en alguna que otra acción.

 

Amrabat no solo modificó el estilo del Málaga, que pasó a jugar cortito y veloz, sino también el estilo del propio Deportivo de la Coruña, que comenzó a dejar huecos atrás en la obsesión por tener bien marcado al jugador blanquiazul. Amrabat se lleva a la defensa y hace que los que están a su alrededor empiecen a disfrutar de más metros de libertad, de buenos balones y de jugadas que durante otros momentos del partido parecen imposible.

 

Por cambiar, como decíamos, cambió hasta el ambiente del estadio. Una Rosaleda que nuevamente presentó una maravillosa entrada y que hasta ese minuto sesenta de partido estuvo más dormida de lo habitual. Amrabat animó al público que acabó haciendo la ola y vitoreando con ‘olés’ los pases de su equipo.

 

Hay que comprar a Amrabat y si para ello aficionados, periodistas y directivos tienen que vender dulcecitos de puerta en puerta en cada barrio de la ciudad, que lo hagan. No se puede privar al malaguista de disfrutar de un crack del balompié, otro más que por suerte podremos decir que vimos en Martiricos. Que lo compren y que el recibo se fotocopie y se deje a cada abonado en su salón en la Noche de Reyes, será el mejor regalo de esta Navidad.