@SuarezRMarca | Hace apenas tres meses todas las encuestas realizadas entre la afición malacitana para descubrir qué fichaje había producido más ilusión coincidían en señalar el nombre de Jony, el ex del Sporting. Él fue uno de los grandes responsables de la salvación del equipo de sus amores y por eso su cotización estaba por las nubes. El Málaga, en una excelente gestión del director deportivo, Francesc Arnau, se adelantó a muchos clubes y en febrero ya lo tenía más que atado para que vistiera de blanquiazul.
Luego llegó su mediática presentación junto a Keko, su sana lucha con Chory en pretemporada, su primera asistencia de gol en el debut en La Rosaleda, sus primeros problemas físicos, la muestra de su enorme compromiso de querer jugar a pesar de las molestias… y el bajón en su rendimiento que le condenó a la grada y al banquillo durante un par de jornadas. Cuando volvió lo hizo con más ganas si cabe y se estrenó como goleador blanquiazul.
Todo parecía volver a la normalidad cuando llegó su partido más especial, su primer enfrentamiento ante el Sporting. Muchos amigos enfrente, la familia pendiente y una motivación extra para brillar ese día. Hasta que llegó el minuto 35 y Juande Ramos lo quitó del campo. A Jony se lo llevaron los demonios. Su cabreo fue tal que ni pasó por el banquillo. Directo a vestuarios, a una ducha fría, a pegar un par de patadas a un banco o a un balón y tal vez algún grito para descargar tensiones. Luego, ya en el tiempo de descuento en la segunda parte, Jony no aguantó más y se fue. No quería hablar ni ver a nadie y según algunos testigos, aficionados que también se fueron antes del pitido final, salió del estadio quemando ruedas.
No hace falta haber jugado al fútbol o a cualquier otro deporte para comprender lo que a Jony, un tipo humilde que por su modestia y su sencillez ni siquiera parece futbolista de élite, se le pasó por la cabeza en un día tan especial para él. Cierto que actuó mal al marcharse del campo y del estadio como lo hizo. Pero ¿quién no lo habría hecho igual? Luego, ya en frío aunque todavía decepcionado, sabía que había equivocado las formas. Lógico en alguien tan cabal como él. Y le preocupaba, y le sigue preocupando, que los malaguistas se queden con una imagen que no es la suya.
Jony es muy buena gente. Lo cuentan todos los que le rodean. Y es de los que crea buen rollito en el vestuario. Nada de polémicas aunque no juegue. Un tipo de los que se necesitan en todos los equipos. Por eso es de esperar que alguien con la experiencia de Juande Ramos muestre la empatía necesaria para que esta situación se quede en una simple anécdota. No se merece Jony que una manchita ensucie su hoja de servicios. Al contrario, convencido estoy de que el de Cangas del Narcea mostrará su enorme calidad más pronto que tarde. La próxima vez que queme ruedas será desde una de las bandas de un campo. Veréis.