Llega el Barça en plan abusón. Aquel que se le arrima sale escaldado y apaleado. Y da igual que Messi no marque tanto, eso dicen, o que Neymar aún no sea el de Brasil, que está cerca. Van cuatro partidos y los cuatro los ha ganado. Y además impidiendo que los rivales apenas le hagan ocasiones de gol, menos aún que les marquen. 11 goles a favor, ninguno en contra. Dominio absoluto y totalitario.
Y con esos argumentos son muy pocos los culés que piensan que en Málaga no seguirán la racha con la que ha comenzado Luis Enrique en el banquillo azulgrana. Pero lo mismo se equivocan. Porque este Málaga, más allá de los puntos, también ha mejorado respecto al año pasado. Ahora sabe a lo que juega, tiene más verticalidad, velocidad, calidad y algo igual de importante que todo eso: hambre.
Está claro que la posesión, si bien los locales lo intentarán, será del Barça. Así lo acepta resignado Javi Gracia. Pero lo que no tolera es que haya quien dé el partido por perdido. Él ya demostró, con un equipo inferior como Osasuna, que es capaz de, en casa, poner las cosas más que difíciles a los grandes. Así que confiemos en su sapiencia futbolística y en este hambriento Málaga, pleno de ilusión, para plantar batalla al, de momento, mejor equipo de la Liga.
¿Por qué no se va a poder?
