Se mire por donde se mire es un fracaso y un ridículo espantoso caer de la forma en la que el Málaga hincó la rodilla ante el Mirandés, un equipo de Segunda sin demasiados alardes pero que tiene lo que ansían los blanquiazules: gol. Y mira que en defensa dejan espacios por doquier que cualquier equipo con calidad consideraría un regalo. El Málaga, no.
Los de Gracia sufren vértigo cuando se aproximan al área rival. Normalmente, ni llegan, y cuando lo hacen se les nubla la visión, le tiemblan las piernas y tiran las ocasiones por el retrete. No quiero ni escuchar la palabra ‘suerte’, porque es una gran mentira. Me la creo una vez, incluso una segunda, pero a la décimo séptima ya no vale. Falta calidad, individual y colectiva, y faltan ganas en algunos jugadores que anoche abrieron la puerta de salida del club. Y no lo digo yo, lo dice Camacho, capitán dentro y fuera del campo. “No consiento la falta de ambición ni el no dejarse todo en el campo. Si echando ganas en el campo te superan, mal camino”.
La autocrítica debe partir del propio entrenador. Me vale que Javi Gracia estuviera disgustado porque le desmantelaron el equipo y le trajeron medianías. Muy de acuerdo. Pero aun así, la función de un entrenador es sacar lo máximo de los jugadores a los que entrena. Muchos no dan para un notable, pero sí para un aprobado raspado. Y, sin embargo, su rendimiento es muy deficiente.
Es su responsabilidad y no ha sabido reconducir la situación. Pero también estoy muy de acuerdo con que no es el único culpable. Es más, son los propios futbolistas los que deberían demostrar su nivel. Muchos de los que actuaron ayer son suplentísimos. Y en vez de salir a comerse el mundo, se dejaron ir. Lamentable.
Mucho trabajo tiene por delante Francesc Arnau para mejorar la plantilla. Por falta de calidad y por ausencia de espíritu, lo mismo no hacen falta 4 o 5 jugadores sino media plantilla nueva. A pedir a los Reyes Magos de Oriente, a ver qué dejan por La Rosaleda.