@SuarezRMarca | "Había una vez un circo que alegraba siempre el corazón, lleno de color, un mundo de ilusión, pleno de alegría y emoción". Así comienza esa famosa canción de Miliki que a tantas generaciones nos ha ayudado a crecer, a apreciar lo que nos rodea, a vivir la vida como si fuera un lugar ajeno a los problemas.
Pero la realidad dista mucho de ser como la dibujaba el mítico payaso -qué gran profesión- de la tele. Te depara golpes inesperados, decisiones complicadas y rumbos que te hacen tomar un camino distinto al que pensabas o soñabas. Estoy seguro, o al menos así lo quiero creer, que cuando uno se gasta o avala millones de euros en comprar un activo, ya sea una empresa, una vivienda o un club de fútbol, lo hace pensando en que es una inversión que hay que proteger e impulsar. Y, por supuesto, a la que nunca vas a dejar de lado, menos aún si encima te está deparando un sueldo millonario. Nunca puede ser para hundirla en la miseria.
Por eso entiendo cada vez menos lo que le ronda por la cabeza al señor jeque del Málaga. Al Thani ha perdido el norte como lo perdió en su día Alonso Quijano. Confunde ruedas de molino con gigantes, o lo que es lo mismo en este caso, ve enemigos y ladrones donde sólo hay gente que quiere al club que él adquirió y del que luego se desprendió en un 49%, aunque no quiera reconocerlo.
Un propietario debe salvaguardar su sociedad. Un presidente debe tomar decisiones, para bien o para mal. Y si no, delegar las funciones para las que no esté capacitado. Cuando uno tiene una adicción, debe reconocer el problema para así poder solucionarlo. Pero Al Thani no reconoce nada ni delega en nadie ni toma ninguna determinación. La inacción, o la omisión de la acción, es peor aún que equivocarse. Porque errores comete todo el mundo de manera involuntaria. Pero no hacer nada es una decisión unilateral, de egoísmo puro, de cobardía suprema.
Y lo que tampoco se puede hacer es mentir por naturaleza, decir que el club lo gestionan él y sus hijos, quienes, siempre según su versión, se han formado en las mejores universidades del mundo. Entonces, ¿por qué narices no toman ninguna decisión? ¿por qué sólo pasan por las oficinas cuando necesitan dinero? ¿por qué no han querido representar en el palco al equipo cuando llovían chuzos de punta? ¿por qué nunca dan la cara?.
Ayer se marchó Antonio Tapia, con todo el dolor del mundo, por problemas personales. Es un tipo tan honesto que ha sabido marcharse cuando ha visto que no podía dedicarle al Málaga el tiempo que el club necesita. Y se va como una gran persona, que es lo que es, un auténtico señor. Pero su salida deja un vacío en la dirección de la cantera que se une al ya existente en la dirección general, en la dirección de márketing, en la dirección deportiva, en la dirección de equipo… y así podría seguir.
Este Málaga ya no es un circo porque en él habría payasos, trapecistas, acróbatas y demás. Aquí cada vez va quedando menos gente y al señor jeque le importa un pimiento. A la vista está. No toma ninguna decisión pero tampoco deja que otros lo hagan. El club se está desintegrando y él lo está consintiendo. Una pena. Una maldita y gran pena.