Después de la calma llega la tormenta. Sí, ya sé que el dicho es al revés. Pero es que el Málaga se ha hecho especialista esta temporada en perder partidos después de grandes hazañas. Así ocurrió en la primera vuelta tras ser el primero en parar al Barcelona. Después del empate a 0 en La Rosaleda, el equipo visitó el Coliseum e hizo el ridículo en Getafe. Luego, eso sí, ganó los siguientes cinco encuentros, igualó el récord de puntos del mejor Málaga de la historia y el accidente se quedó en mera anécdota.
Pero cuando el error se produce varias veces, ya es algo de lo que hay, cuanto menos, que tomar nota. Y sucedió después de ganar al Valencia en una fantástica exhibición futbolística, manchada después por la paupérrima imagen, con goleada incluida, ante un Levante en descenso.
Y ahora, después de enlazar dos triunfos extraordinarios, ante el Barcelona y el Getafe, con la permanencia ya en el bolsillo, pierde en un penoso encuentro ante otro rival en descenso, que no sabe marcar un gol al arco iris, y que de no ser por Kameni y por su falta de calidad rematadora, podría haberle metido otros cuatro al Málaga.
Es cierto que no debemos cometer el pecado capital de dudar de este equipo. Yo, hasta lo veo normal. Después de llegar a la meta, de conseguir tu principal objetivo, la mente y el cuerpo, aunque no lo quieras, se distraen durante un tiempo hasta volver a coger la onda. Por eso creo que ante el Córdoba volveremos a ver el Málaga intenso, sacrificado y que demuestra la ambición y el hambre que le han llevado a poder luchar por Europa.
Así que me tomo esta derrota y la mala imagen de los de Gracia en Granada como un accidente. Convencido estoy de que sabrán darle la vuelta, reaccionar y dejar este tropiezo como una simple anécdota.