El malaguismo profundo, el de raíces, lleva en una nube desde ayer al mediodía cuando terminó la presentación de Guede. La llegada de Pablo ha supuesto un soplo de aire fresco tras los meses de febrero y marzo. Dos meses de decepción, frustración y malos ratos. Desde ayer, la afición blanquiazul va por los rincones a grito de dale, dale, dale con el perro, con el gato o los vecinos. Quiero aclarar que la afición no es tonta. Que estén ilusionados con su ídolo en el banquillo, no quiere decir que piensen que el Málaga va a ganar cinco a cero todos los partidos. Pero dejen a la gente soñar un poco, que vaya año han tenido.
Me preguntaban muchos ayer si en lo deportivo el fichaje es acertado. Pues no lo sé, oiga. Guede lleva muchos años entrenando, ha ganado Ligas y trofeos y al final la experiencia es experiencia. La afición malaguista está ilusionada no por cómo vaya a jugar su equipo. Están en una nube porque ayer escucharon a una persona que explicó a la perfección el sentimiento malaguista. Porque si Guede lo ha dejado todo y ha venido sin preguntar, ellos lo hacen cada domingo que acuden a La Rosaleda. Y porque el seguidor malaguista necesitaba en alguien a quien seguir y creer. No es sólo fútbol, es sentimiento. Ver a Guede sin traje y con el chándal es la imagen icónica de lo que necesita este equipo. Trabajo, trabajo y trabajo.
“Este cabrón hace que los jugadores se coman el campo”, me decía alguien que le conoce bien en los entrenamientos sobre el verde. Eso es lo que necesita el Málaga. La plantilla no ha dado la talla, pocos podrán mirar con orgullo este curso, incluso si se logra la permanencia. Cosa que espero que ocurra. Ha sido firmar Guede y empezar a ocurrir los milagros. Que a la Real le meta cuatro el Alcorcón y que a el Fuenla le remonten un 0-2. Bromas a parte, ahora toca que llegue el sábado y toda esa ilusión se plasme sobre el campo. Dale, míster, dale, el malaguista necesita referentes, cariño y goles, si puede ser, goles.
