Un encuentro tibio. Sin ocasiones. Sin ritmo. Un partido que deja mucho que desear por no haber ocasiones prácticamente en el saco blanquiazul. Aún así, algo rescatable. Alguien más bien, en la figura de un canterano. Un oásis en el desierto del césped de La Rosaleda.
La inclusión de Víctor Olmo fue toda una sorpresa cuando el club anunció el once. No obstante, su actuación lo fue más aún. Desparpajo impropio de un chaval que dominó el carril izquierdo de principio a fin, y no solo en la faceta defensiva.
Pablo Guede habló de su debut en rueda de prensa. «Por algo jugó. Venía entrenando muy bien en el filial y lo hizo con nosotros. Me dijeron que había un pepino abajo que era buenísimo. Hoy lo demostró. No era fácil y estuvo a la altura».
En la primera mitad, las intenciones quedaron muy claras. Incrustado por dentro, dejaba la banda totalmente libre a Vadillo. Una vez recibía balón siempre buscaba el hueco entre Costas e Isaac, percutiendo y llegando a línea de fondo. No contento con ese espléndido rigor táctico, el canterano recuperaba la posición a una velocidad pasmosa cuando el equipo perdía el balón. Sin rehuir un duelo, yendo a la verdad en cada choque y teniendo la inteligencia y madurez necesaria para sacar faltas en situaciones de gran riesgo.
Un despliegue de cualidades que hacen que la baja de Javi Jiménez duela menos. Sentó Guede a Cufré esta vez y, ante el asombro de todos, encontró un oásis en el desierto que hubo sobre el césped de La Rosaleda ante el Oviedo. En momentos de zozobra, el Málaga encuentra un valor seguro entre sus diamantes brutos.
Bravo por la cantera, siempre. La segunda parte del titular es «foto fija», y puede que para quedarse, así que sólo hay que cambiar de nombre, manteniendo eso del desierto, y así siempre tenéis portada para después de cada partido.