El peor enemigo de Pellicer está en casa. El entrenador de Nules tiene que gestionar algo que muchos no entienden pero que está ahí. La presión, la sobremotivación. Un cansancio emocional invisible que incluso puede dar la sensación de apatía en algunos momentos. Muchos de los que leerán estás líneas no lo entenderán. Al fin y al cabo, los futbolistas son unos privilegiados por su puesto de trabajo y profesión. Buenos sueldos y muchas facilidades que se escapan de lo cotidiano y lo mundano del resto de los mortales. Es por eso que se les exige más y casi tienen el aura de super héroes.
El entrenado malaguista lo ha entendido desde su llegada a Martiricos y también aquellos que trabajan con él. Ante el Huesca se pudo ver que al Málaga le faltaron ideas, algo que muchos relacionaron con la falta de intensidad o de ganas. Seguro que durante el partido alguien de alrededor, o usted mismo, habló de que “no se estaban dejando la piel”. El problema es más común de lo que parece en este tramo final de curso. Cuando los objetivos están por decidir y el fútbol de primavera aprieta a todos por igual. Pobres y ricos.
Los vídeos de apoyo, los recibimientos… todo eso que es positivo puede acabar siendo negativo si las cosas no salen. Véase el ejemplo del penalti de Rubén Castro, al que por más mensajes de animo que le hayan llegado esta semana ninguno le dará consuelo. Los psicólogos ven el tema como “una excesiva estimulación que hace que el individuo no «admita sus errores» o lo que es peor, oculte ciertas prácticas por temor a que se le quite el reconocimiento”. Pellicer tiene a un enemigo poderoso en casa y el técnico, que pidió 24 horas para reflexionar, tendrá que saber lidiar con ello hasta la jornada 42.