Este curso como rutina, el Málaga sufre las embestidas del rival y las encaja con mandíbula de cristal. Le ha pasado en muchos escenarios. En La Rosaleda ante Las Palmas o Albacete de manera más severa al igual que en Tenerife, pero en Butarque, en Oviedo, en Huesca, y lo más reciente en casa ante el Eibar, por un mero ‘puñetazo’. En esos partidos, los blanquiazules ven cómo el partido se les vuelve cuesta arriba al encajar el primer gol del partido. Una situación de la que no sabe salir. El objetivo es golpear primero porque los blanquiazules contabilizan sus únicas dos victorias siempre y cuando han marcado antes que el rival.
Lo hizo Pablo Guede en Miranda de Ebro y también Pepe Mel ante el Lugo. Solo en esas dos ocasiones. De los 13 partidos disputados hasta la fecha en LaLiga SmartBank, únicamente en esas dos fechas, el Málaga se adelantó a su rival. Después, pisó el rodillo. Se liberó, se desató y anotó 3 goles en cada encuentro.
Es un dato clave y relevante porque el Málaga no remonta un partido como visitante desde hace más de cuatro años. Desde la primera jornada en Lugo con Muñiz en el cargo, agosto de 2018, los blanquiazules no son capaces de voltear un encuentro lejos de su estadio. En La Rosaleda, hasta el curso pasado contra la Real Sociedad B, noviembre de 2021, no firmó una remontada ante su gente. El factor psicológico sigue siendo clave para un Málaga que se marca también como objetivo golpear primero para eludir los fantasmas de la derrota.
La defensa es muy deficiente, cuanto menos tiempo retengan el balón, mejor para el Málaga