Cúmulo de sensaciones, todas negativas, en el nuevo regreso de Pellicer al frente de la nave blanquiazul. Dos exámenes en blanco para el Málaga. Dos partidos sin ver puerta y dos encuentros en los que los jugadores no le han dado nada a lo que agarrarse a la afición. Y eso que hubo un apoyo sin fisuras. Bufandeo, corteo y marcha antes del partido.
Minutos después, el malaguismo mostró su desánimo, ira, preocupación, hastío y un sinfín de sentimientos negativos. Por mucho que se quiera decir que el escudo y el club está por encima, el aficionado es humano. Terrenal, pasional y en el horizonte ya huele el descenso. Los números obligan a una gesta casi milagrosa.
Pese a la tregua y el armisticio de la Grada de Animación hacia los futbolistas, La Rosaleda acabó congelada y con cánticos hacia José María Muñoz. Antes del final del choque se pudo escuchar gritos hacia el administrador judicial. «José María, dimisión» o «Esta camiseta no la merecéis» o «Jugadores mercenarios«. La tormenta perfecta. El caos entre los líos en los despachos, una plantilla desesperada, y de la que nadie se salva, cocina el turbulento desenlace que nadie quiere decir y que todos conocen.
En el verde, se ve el mismo dilema. El Málaga quiso levantarse, pero si sabe ni puede. El equipo se derrumba y se descompone. Poco a lo que agarrarse. Ni el cambio de sistema propuesto por Pellicer puso la energía necesaria. Un Málaga que se fue de La Rosaleda sin generar ocasión de gol y con un ambiente que acabó en funeral. Dos exámenes que la plantilla los entrega en blanco. Dos pruebas con suspenso.