Desde la previa del encuentro, buena parte de la afición mostró su enfado. Una pacífica manifestación con pancartas, cánticos y demás mensajes en contra de los actuales dirigentes del club, acabó horas después en un episodio bochornoso e injustificable. No hace recordar las cargas policiales ante la magnitud de los disturbios ni marcar a una afición ejemplar por el comportamiento de un grupo reducido. Nunca se puede aceptar episodios violentos, pero por desgracia en el fútbol si se pasan estos límites es cuando se agita el árbol. Una fractura total que difícilmente se va a arreglar en los próximos meses.
Mientras en el verde, un silencio desolador por parte de los jugadores. Del primero al último sin contar a los canteranos. Durante el encuentro se pudo comprobar el cadáver viviente que es este Málaga ya desnucado. Sin líderes en el terreno de juego. Sin capitanes. Sin personalidad, sin sentimiento y sin alma. Un ser inerte, errante y que deberá cambiar mucho el próximo año en Primera RFEF. La exigencia será total. La ciudad no merece otra cosa, pero el fútbol no entiende de pedigrí del pasado.
La sucesión de cánticos y mensajes de la grada a buena parte de la plantilla no cesó a lo largo del encuentro. Luis Muñoz, Juande, Genaro, N’Diaye…. Algunos ingeniosos, otros irreproducibles. Es más, los decibelios y el nivel de crispación se elevaron al término del partido. «Los mercenarios se deben marchar, este Cortijo se debe marchar» y «que salgan los jugadores« fueron algunos de esos gritos. Nadie dio la cara. Nadie salió al verde. Silencio de la plantilla y ejemplo perfecto de cobardía en la posterior rueda de prensa. Ningún futbolista compareció ante los medios de comunicación, ¿Para qué?
Un día de ruido y silencios. De descomposición y muerte. La imagen del Málaga no es la de los 30 irresponsables que cortaron las calles, pero sí la de una afición que confirma un divorcio irrecuperable con unos dirigentes que siguen mirando hacia otro lado. Si creen que ya escampará, mal encaminados van. MCF, mediocridad, catástrofe y fracaso.
Me dicen que Lago está ya recogiendo la casa. Lo de quedarse no sé cómo irá.
Pues adiós y que cierre la puerta al salir.