Vino de extremo como objetivo del primer entrenador, se asentó en la banda con el segundo… y ahora el tercero descubre su faceta de delantero encubierto. Esta es la historia de Álvaro Vadillo, el ’18’ con alma de ‘9’ que iluminó el camino de la victoria del Málaga en Tenerife que prácticamente sentencia la permanencia en Segunda. El gaditano abrió el camino del triunfo con el 0-1 a los ocho minutos con un testarazo digno de cualquier ratón de área que se te pase por la cabeza y nunca mejor dicho.
Una diana que no hubiese sido posible sin el centro lateral de Ismael Casas, cuyo partido fue infinitamente mejor que el de la semana pasada en la visita del Oviedo a La Rosaleda. Pero la cuestión es que el argentino se empeña en jugar sin costados y el andaluz no solo intenta tapar sus carencias, sino potenciar sus virtudes. En especial, las asociaciones en tres cuartos de campo y el esfuerzo de adaptarse a la que cada vez es más su zona de influencia: lo próximo a la media luna.
Esto no quita que su naturalidad futbolística no le impida ser una referencia más adaptada a la moda, de mayor movilidad por banda. En definitiva, 44 toques con el balón para un 83% de acierto en el pase -20 de 24- más un 50% de éxito en los duelos disputados -seis de doce- a pesar de las trece pérdidas de posesión que ha protagonizado. El míster no renuncia al estilo, la plantilla responde con el agua al cuello y Álvaro Vadillo es el ’18’ con alma de ‘9’ que pegó el pistoletazo de salida a la supervivencia en la isla.
