Pues estaba escrito y por desgracia volvió a pasar. El estadio de La Rosaleda se convirtió en un Mini Bernabeu y antes de que una buena parte de la afición malaguista pudiese llegar a sus asientos, fallo informático grave, un error aún peor de Luis Hernández permitió a Cristiano Ronaldo adelantar a los merengues en el marcador. Y ahí acabó lo que se daba.
El Real Madrid controló el partido pese a los intentos de Sandro de luchar contra el mundo, sin mucha fortuna pero inmensa entrega, con lo que la honorabilidad del cuadro de Míchel quedó a salvo. Bien es verdad que los blanquiazules no estuvieron ni tan acertados en ataque ni tan seguros en defensa como frente al Barcelona o el Sevilla, pero no es menos cierto que de no haber subido el segundo gol, en claro fuera de juego de Benzema, igual los costasoleños hubiesen repetido alguna de las hazañas recientes frente a otros grandes de la competición.
Pero peor para los malaguistas de verdad no fue la derrota sino la vergüenza de volver a ver un estadio propio plagado de madridistas. La afición del Málaga CF debe reflexionar al respecto porque esto no ocurre ni al Sevilla o al Real Betis, ni al Athletic de Bilbao, ni al Valencia CF, ni a otros muchos clubes o ciudades.
No se trata de amenazar a los abonados con retirarles el abono o de poner el grito en el cielo cuando alguien revende su abono. Pero sí de concienciar a los malaguistas y malagueños que para ser grandes no es necesario un jeque presidente que se pavonea cada final de temporada al lado de sus futbolistas sobre el césped sin merecimiento alguno. Lo que es imprescindible es un sentimiento de malaguismo que asombre al mundo y sea un ejemplo permanente de respaldo al club y a sus colores. Desde esa base, con buenos dirigentes, es posible crecer y ser admirados. Si La Rosaleda, en un encuentro tan importante como el de ayer, parece un Mini Bernabeu, el camino no es el acertado. Este club necesita incrementar su masa social o será imposible crecer lo suficiente como merece la quinta capital de España.
En ese sentido, el Unicaja es el ejemplo a seguir, pese a los errores de algunas temporadas. Y resulta evidente que el Málaga CF debe cambiar y conectar mejor con la ciudad y con la provincia. La temporada ha sido mala, solamente salvada por la llegada de Míchel al banquillo y la suma en forma de colchón de puntos que Juande Ramos dejó antes de irse. Sin el uno y sin el otro los malacitanos habrían descendido en una temporada normal sin los desastrosos Sporting, Granada y Osasuna.
Conviene una reflexión desde la dirección deportiva pues no se debe fallar en los fichajes franquicia del club, aunque luego se acierte en el mercado invernal y en un cañón de futbolista como Sandro. Sobre el futuro, con un vestuario con importantes despedidas, especialmente la de Weligton, Míchel deberá buscar un nuevo líder y un capitán tan importante como Duda.
Y en protocolo, que alguien le diga a Al Thani que se debe de estar al lado de los futbolistas iconos del club cuando se van y dejar de llegar tarde al palco dejando abandonado en él a presidentes como Florentino Pérez.
¡Memoria, Compromiso y Fe!, sobre todo esto último.