Juan Cortés (q.e.p.d.) ha representado, y así quedará para la historia, la esencia del malaguismo hablado de usted pero con toda la amabilidad del mundo. Ahora que se va a reunir con su amigo Américo -qué enorme corazón el de nuestro mejor guardameta-; que hablará de fútbol de nuevo con el gran Migueli; que podrá estrechar entre sus brazos al niño Gallardo; que mirará a los ojos y se fundirá en un abrazo con el eterno Juan Gómez "Juanito" mientras mueve la cabeza con algún comentario de mi añorado Manuel Merchant, al tiempo que enseñará su magisterio en blanquiazul a San Pedro para disertar con el verbo hecho prosa, -leáse, el erudito Paco Fadón-, es el momento de que le volvamos a rendir un homenaje póstumo por su ejemplo de malaguista sin fisuras.
La historia de la Málaga futbolística en cualquiera de sus nomenclaturas la ha escrito Juan Cortés con esa memoria prodigiosa que Dios le dio y con una sabiduría impropia de los hombres del fútbol y de los periodistas que andamos obsesionados con "la Vieja", como diría Di Stefano. El fútbol es "ganar y ganar, y volver a ganar", que dijo Luis Aragonés, pero hay muchas formas de hacerlo.
Cortés, hermano de otro grande del periodismo malagueño, Pacurrón, y tío del periodista Sergio Cortés, que continúa la saga familiar en el diario decano de la prensa malagueña, ha representado hasta hace unas horas, al igual que Antonio Berdugo, la historia viva del club de Martiricos.
Pedro Luis Gómez, que une al enorme dolor de la pérdida de un gran amigo y compañero momentos tremendamente complicados en su entorno familiar, puede contar mil y una anécdotas de un hombre del que se puede decir lo más importante para definirlo: fue un hombre bueno. Propio de mis inicios periodísticos plagados de insolencia, llegué a tener tiempo para mostrarle alguna discrepancia. Juan Cortés, el amable profesor, me corrigió con la paciencia en él característica pero con la contundencia necesaria.
Esta noche, María, Valentín Ramos, José Luis, Ruiz Guerra, Sergio, Eduardo Padilla, Monreal y un infinito etcétera, unidos a buena parte de la redacción de SUR se han quedado huérfanos. En este sentido adiós, además de expresar mis sentidas condolencias a la familia más cercana y a su gran familia malaguista, no he querido citar ni sus grandes artículos, ni obras biográficas de la historia del club blanquiazul, ni su cátedra como periodista, ni tan siquiera su gran gestión como dirigente.
Me he quedado con la imagen del amable profesor, sus lágrimas sentidas junto a las de José París la tarde del descenso a Segunda con el Betis, y su enorme alborozó cuando pudo ver al Málaga CF, a su club de toda la vida, jugando como un grande la Champions League.
Descansa en paz, querido Juan, cronista de la historia del fútbol malagueño y amable profesor. Desde siempre y desde hoy todos tendremos ya una deuda impagable contigo.