París es aún de esas grandes ciudades del mundo que te enamoran para siempre. Sus calles, bulevares o creperías te enganchan en medio de un río de artistas, museos, moda, perfumerías y una esencia de ciudad propia que sólo tienen las capitales con alma como la parisina.
Mi amigo Gerard Sfez, un grande de la restauración como demostró siempre en su empresa Pizza Pino hasta que se la arrebataron, es un francés de origen judío al que pese a sus dimensiones físicas no le cabía el corazón en el pecho. Me contó siempre que los israelitas están acostumbrados a vivir en medio de las amenazas terroristas y que su París del alma era como un bálsamo recuperador para él. Sin embargo, también me avisó de que el riesgo que estaba asumiendo la capital de Francia por la emigración ilegal y el islamismo era preocupante.
El deporte mundial y el español en particular se han volcado con las víctimas de los atentados de París y ha condenado esta barbarie yihadista del Estado Islámico. Los inocentes que han fallecido nos han dejado claro, una vez más, a los que somos futboleros que el fútbol es de las cosas más importantes entre las menos importantes.
Como me ha dicho siempre mi gran amigo Gerard Sfez: "París, Europa y el resto del mundo tienen que darse cuenta de que el enemigo común está entre nosotros y ha venido para imponernos sus leyes, religión y costumbres, así como aniquilar nuestra democracia y terminar con nuestras convicciones éticas, morales y académicas". No quito ni pongo Rey pero hoy recuerdo las buenas sobremesas con Gerard y no salgo de mi asombro. París, hoy, mañana y siempre contigo.