Anoche, mi amigo Juan Gómez "Juanito" -qué grande era como persona, ¿verdad, Antonio Montero "Nene"?, y qué icono para el malaguismo y madridismo a la vez- debió pasar un mal trago viendo la impotencia de su Málaga frente al Atlético de Madrid.
Desde su Tribuna Celestial con vistas a La Rosaleda seguro que derramó alguna lágrima de tristeza, aunque conoce bien la tierra y la indolencia propia de los lugareños, cuando quedando apenas unas horas para el 25 aniversario de su fatal fallecimiento no escuchó en las gradas ni un solo "illa, illa, illa Juanito Maravilla".
Aunque sí se vio por televisión su camiseta malaguista con el 7 a la espalda, los espectadores en el estadio no pudieron apreciar homenaje alguno del club ni siquiera en los vídeomarcadores. Detalle de pureza que habría honrado a la entidad. Claro que en los prolegómenos del partido el presidente Al Thani las tenía tiesas con un policía local, cuyo celo en su cometido alteró las neuronas del máximo mandatario blanquiazul, así que ni él ni sus asesores caerían en la cuenta.
Casi que da igual porque Juanito odiaba que en los minutos previos a un partido hubiese alharaca lírico bailable de ningún tipo. Decía el bueno de Juan -qué razón llevabas- que distraía y desconcentraba a los futbolistas. Lo que seguro que sí sintió Juanito fue la tremenda impotencia que toda La Rosaleda percibió en un equipo incapaz de hincar el diente al conjunto colchonero. Y eso que los robiblancos emplearon sobre el césped la ley del mínimo esfuerzo.
Los atléticos llegaron en dos ocasiones, exhibieron su potencial goleador y jugaron sin inquietud alguna todo el encuentro. Como es norma de la casa 'simeonistica' concedieron el esférico a los de Míchel y cerraron los espacios junto a las bandas y las subidas de los laterales blanquiazules en ataque.
Ecuación resuelta, el Málaga apenas remató y cuando lo hizo, ya con 0-2 en el marcador, apareció Oblak. A Juanito le sorprendió mucho casi seguro que su amigo Míchel colocase de falso delantero centro a Keko, que mantuviese por delante de la defensa a un innoperante Llorente, pero, sobre todo, que desde el banquillo malaguista nadie se diese cuenta de que Koke hizo lo que le dio la gana y como le dio la gana todo el envite.
Dos chispazos de Fernando Torres y Koke, primero, y más tarde Filipe Luis, dejaron la cuestión finiquitada. Con ello media Rosaleda cogió la puerta sin una sola pañolada o grito hacia el palco. ¡Qué indolencia y qué paciencia tiene esta bendita afición malaguista! El único que emuló el espíritu del gran Juanito fue Sandro, pero un hombre solo no puede ganar una guerra.
Total, un punto de nueve para Míchel desde su llegada al banquillo malacitano. No es solo culpa suya, más bien tiene poca. Es culpa de un presidente que ordenó colocar y mantener diez jornadas a un entrenador sin experiencia en el banquillo costasoleño. Y, por supuesto, de aquellos que a cambio de un sueldo en el club o de mantener el status le rieron la gracia.
Amigo Juan, como hiciste con Los Boliches, ayúdanos desde tu Tribuna Celestial a salir de ésta. Ilumina, aunque sea en sueños, a tu amigo Míchel para que encuentre la clave para ganar la final de Gijón. Que le ponga tus vídeos al vestuario y cómo te hervía la sangre en cada partido, en cada jugada, en cada cabriola. Y como dijo aquella voz rasgada por el dolor en la madrugada de aquel maldito para siempre 2 de abril de hace veinticinco años: "¡Bienvenido, JUANITO, a tu tierra! Y aunque somos como somos, échanos otra vez una mano.
IN MEMORIAM, 25 AÑOS POR SIEMPRE Y PARA SIEMPRE, JUANITO.