Es un día triste, muy triste. Ha fallecido el insigne Antonio Garrido Moraga. Malagueño universal, padre del lenguaje cofrade hecho verso para convertirlo en prosa y que así fuese entendido por el común de los mortales.
Su vasta cultura le define por sí mismo. No quiero recordar aquí, no habría sitio, todo aquello que hizo por Málaga. Me basta con decir que hace 25 años inauguró a dúo junto a su gran amigo Pedro Luis Gómez, otro grande del periodismo, la Facultad de Ciencias de la Información. Me sobra con decir que fue pregonero de la Semana Santa Malagueña, con lo que ello supone, y Nazareno Verde, del verde Esperanza de la madre de Málaga. Que protagonizó a dúo, tambén con Pedro Luis Gómez, el pregón del 75 Aniversario de la Agrupación de Cofradías de Málaga, entonces un hecho sin precedentes.
Fue director del Instituto Cervantes en Nueva York, por derecho propio y méritos académicos, no por una simple designación política. Ahí demostró su magisterio y elevó a los altares el significado de la lengua patria y el buen hacer de nuestra cultura. Precursor fundador de la Málaga cultural que tanto nos ha dado y nos sigue dando estos días, además de figura esencial del Museo Picasso en nuestra ciudad. Y así podría seguir de forma indefinida.
La muerte de Antonio Garrido Moraga supone una pérdida irreparable para el mundo de la cultura y de las letras, así como para la difusión del malagueñismo bien entendido.
Llegados a este punto, quiero recordar mi entrevista en la Cadena COPE en el Hotel Málaga Palacio a Antonio cuando era concejal de Cultura de nuestra ciudad. Fue en una de las Ferias de Málaga, que a él, como a Jesús Burgos, otro gran cofrade de la Esperanza y protagonista diario de la sanidad malacitana como propietario del CHIP, denominaban de forma acertada Fiestas del Sur de Europa.
Se quejaba entonces Antonio, con su habitual vehemencia y exquisita educación, por lo poco que se destacaba en Canal Sur Televisión nuestra feria y que encima, cuando lo hacían, era para sacar lo peor de la misma. Aún le recuerdo como si fuese ayer con su abanico al aire mientras reseñaba la singularidad de nuestra feria de día.
No hace ni un año y medio le pedí que pregonase al Coronado de Espinas y Nuestra Señora del Mayor Dolor, hermandad de Arroyo de la Miel, pero por problemas de agenda no le fue posible. Me pidió disculpas y se brindó a hacerlo en cuanto tuviese la oportunidad. Ya no va a poder ser, pero estoy seguro que será el primer pregón que haga desde su Tribuna Celestial, al lado de su madre de Málaga, Nuestra Señora de la Esperanza; y a la derecha del Santo Padre, su Cristo de Mena.
Sonia, su esposa; Mencia, su hija; y su hermano Jesús han tenido la gran suerte de compartir su vida de cerca así como sus vecinos de Portada Alta. Para ellos y para mi hermano Pedro Luis Gómez va hoy mi más sincero pésame, en el deseo de que Garrido Moraga les guíe desde el cielo y su recuerdo vivo les reconforte hasta que, si Dios quiere, todos juntos se reencuentren en la vida eterna y alejados de este valle de lágrimas.
Descansa en Paz, amigo Antonio, y que la película de tu vida alguien tenga a bien proyectarla en el Festival de Cine de Málaga que tú creaste.