El entrenador Míchel no tiene lo que necesita en la plantilla ni lo que, de forma razonable, ha pedido. El director deportivo, Francesc Arnau, se encuentra relegado de sus funciones por un presidente, Abdullah Bin Nasser Al Thani, al más puro estilo gilista. Fichando sin tener ni idea en el mercado argentino y pagando unas cantidades desorbitadas por futbolistas que aún no han explotado ni están adaptados a LaLiga ni al fútbol europeo.
Nervios en el vestuario por la falta de fichajes en el tronco principal del equipo, es decir, en el pasillo de seguridad que diría Luis Aragonés. Hemos dejado ir u obligado a irse al portero titular, Carlos Kameni; se ha retirado el mariscal del área, Weligton; el centrocampista defensivo que lo era todo dentro y fuera del campo, Camacho, también se fue; y el delantero goleador, Sandro, como era de esperar, cogió las de Villadiego. Para colmo de males, ni el club, ni el jugador, fueron capaces de articular un contrato que, o bien dejase muchos millones en las arcas, o Fornals tuviese una cláusula tan alta que a la nueva esperanza blanquiazul no la tocase nadie este verano. Pues ni lo uno ni lo otro.
Y los recambios sólo parecen de garantías en la portería y en la delantera. Eso sí, no hay portero suplente y tampoco un delantero sustituto de garantías que puedan cubrir a Roberto o a Borja Bastón, respectivamente.
Tenemos un gran entrenador, Míchel, y una afición entregada como en la Champions League -gran trabajo de Daniel Guerrero y su equipo-. Son 24.000 abonados, pocos para la quinta capital de España, pero muy ilusionados con la camiseta y el escudo. Y eso a pesar de un presidente vendedor que no invierte y cuando lo hace paga más de lo que valen los futbolistas.
¡Memoria, Compromiso y Fe!, sobre todo esto último.