Una vez puede ser mala suerte. La segunda vez puede ocurrir que el mal fario te persiga. La tercera, la cuarta, la quinta oportunidad, con cinco entrenadores diferentes y diez temporadas intentándolo, es una cuestión de mala planificación y peor proyecto.
Cierto es que el filial malaguista debe estar para formar futbolistas para el primer equipo. Bajo esa premisa, los Samus, Fornals, Añor, Luis Muñoz -vente arriba, chaval, que vas a ser un crack- u Ontiveros, entre otros, han cumplido con ese objetivo. Es más, futbolistas como Kuki y algún otro deberían estar en el elenco de grandes valores de la cantera malaguista.
Sin embargo, ni Manolo Hierro, ni Mario Armando Husillos ni Francesc Arnau, ni Manel Casanova, en la parte que les corresponda a cada uno, han estado a la altura de las circunstancias. Después del fracaso de Rafa Gil, la llegada de Casanova significó un cambio de rumbo, con un coste de locos para la Tercera División y la desginación de un tal Clotet. Fracaso rotundo de inversión y objetivos. Tras el paréntesis de Jaime Molina, llegó el turno de Salva Ballesta, quien recuperó tres futbolistas para el primer equipo -lo de Samu Castillejo y Fornals es extraordinario-, pero tampoco logró el objetivo del ascenso. La mala fortuna también le perjudicó en los momentos claves de la temporada y en las eliminatorias. Por último, hasta el momento, Manel Ruano, la elección de Arnau ha dispuesto de otras dos oportunidades y tampoco ha sido capaz de ascender al filial.
Es verdad que a Ruano no le han dejado trabajar en paz esta temporada y apenas ha entrenado con diez futbolistas por semana antes de los encuentros. Sin embargo, no es menos cierto que en los partidos claves no ha sabido leer los encuentros ni realizar los cambios adecuados. Lo más grave es que ha aceptado imposiciones del director deportivo, Arnau, y, con ello, arruinar la confianza que el vestuario tenía en él.
El desastre frente a la Gimnástica Segoviana, la descomposición defensiva de los cinco minutos finales en la ida contra el Adarve o la mala lectura de los últimos diez minutos del encuentro frente al mismo rival en la vuelta dejan bien a las claras que no puede ser el entrenador que ascienda al filial a la Segunda División B.
Por último, y no en ese lugar precisamente, quedan los dirigentes del club. Con un estadio como La Rosaleda y una afición entregada como la malaguista, los partidos del filial deben jugarse ahí o en su defecto en un campo de la provincia que lleve a los chavales en volandas. Un club de LaLiga no puede ser ninguneado por clubes de tres al cuarto cada temporada en las eliminatorias de ascenso.
Dicho lo cual, Gil, Molina, Clotet, Salva Ballesta y Manel Ruano han merecido ascender con el filial. Sin embargo, la mala suerte, los arbitrajes y las cuestiones mencionadas han evitado que el objetivo se logre.
El arbitraje del sábado del colegiado valenciano fue una vergüenza, tanto o más que la narración del partido de algunos. El periodismo requiere de objetividad y respeto, sobra el forofismo en los medios de comunicación y la incitación velada a la violencia.
¡Memoria, Compromiso y Fe!, sobre todo esto último.