Nuestros oyentes y lectores conocen mi opinión porque César Suárez y servidor ya hemos mantenido acalorados debates al respecto. Suele ser complicado, aunque en los últimos años el Málaga CF le ha puesto las peras al cuarto al Barça, ganar en el Camp Nou. Lo es si cuentas con tu equipo de gala, pese a estar debilitado por la nula inversión del presidente Al Thani desde hace muchas temporadas, y lo era también con el equipazo que tuvo Manuel Pellegrini a su disposición.
Pero si, además de la calidad y presupuesto de los de Luis Enrique, se le suma que el cuadro blanquiazul sale a un par de lesionados por semana, más las recaídas y alguna que otra sanción, la cuestión ya se torna en una utopía que ríase usted de Jesucristo y el milagrito de "los panes y los peces". Puestas así las cosas, Juande Ramos se debate entre quemar las pocas naves que le quedan para obrar el milagro o guardarlas para ganar al Deportivo.
La Liga Santander para los malaguistas es, hoy por hoy, con estos rivales directos y pese a que nadie te asegura ganar a los coruñeses si los blanquiazules guardan fuerzas y titulares para medirse a ellos, lo que sí me parece una temeridad es arriesgar a los pocos titulares que quedan en forma para un imposible.
Entiendo que esta reflexión no agrade a la parroquia blanquiazul -a mí me ocurre exactamente lo mismo-, y no ignoro el deber profesional de salir a ganar en cualquier estadio para no adulterar la competición. Pero, profesionalmente, sé dónde están los intereses del Málaga CF esta temporada. Primero, la permanencia; segundo, convertir en un bastión La Rosaleda; tercero, mejorar fuera de casa; y cuarto, soñar con Europa. Y por ese orden.
Dicho lo cual, ojalá que ganemos 1-2 al FC Barcelona. ¡Memoria, Compromiso y Fe!, sobre todo esto último.