JOSÉ ANTONIO HIERREZUELO, UN LUCHADOR EJEMPLAR Y UNA PERSONA EXTRAORDINARIA

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Mi buena amiga, Virginia Muñoz, una gran mujer y periodista excepcional, no me perdonaría en toda su vida, que en la hora del hasta luego a su compañero desde hace tantos años fuese un hipócrita. Como nunca lo he sido, seré claro. José Antonio Hierrezuelo y yo siempre fuimos como el agua y el aceite en lo profesional. Dos grandes amigos que se admiraron entre sí desde los 19 años, sabedores ambos del enorme esfuerzo de cada uno por alcanzar nuestros objetivos en esta profesión. Juntos vimos crecer a Radio Torcal en Málaga, Cadena Rato, hoy Onda Cero.

 

A mis 19 años yo era un volcán desenfrenado en el periodismo radiofónico. Y José Antonio fue la pausa necesaria a mis ímpetus. Chocábamos por mis opiniones de entonces, no siempre bien reflexionadas. Por la forma en la que retransmitía los partidos. Él desde la mesura y casi la meditación, mientras por mi parte la taquicardia baloncestística junto a los saludos en directo en pleno partido a amigos o clientes. Aquello lo sacaba de quicio y hoy no le pediré que me perdone porque los pecados de juventud se corrigen sin mayor dolor con el paso del tiempo.

 

Aún recuerdo un partido de Mayoral Maristas en el pabellón de la calle Victoria, me advirtió con su paciencia franciscana dos veces que dejase de criticar a los árbitros. A la tercera le tuve que convencer para que no se fuese. Juntos trabajamos en El Sol del Mediterráneo y en el Diario Málaga Costa del Sol.

 

Pese a nuestros desencuentros editoriales siempre encontrábamos la forma de tomarnos alguna tapa en el bar o almorzar juntos. Porque a todo ésto, siempre busqué la forma de pedirle disculpas por aquello que no le agradaba de mí. Con los años, estuvo en directo en nuestras tertulias radiofónicas de MALAGA FM en su tiempo de editor-director del diario deportivo malagueño Club Málaga.

 

Después coincidimos en vernos cuando asesoraba y dirigía el gabinete de Comunicación de Ángel Nozal, alcalde de Mijas, en esta localidad. Con el paso de los años su sentimiento andaluz y cofrade junto a su dedicación en Nueva Esperanza permitió una nueva y regenerada amistad. Él siempre se preocupó de cómo me iban las cosas en lo familiar y en lo profesional mientras que yo hacía lo mismo con un reconocimiento tácito a sus logros. Cierto es que Virginia, su inseparable pareja todos estos años, la mujer de su vida, mediaba en cada conversación para que no discutiésemos mucho. También es verdad que la edad nos dejó a ambos un poso de tranquilidad y de respeto hacia el otro sincero y emotivo.

 

Se nos va un referente del periodismo malagueño al que ha dedicado su vida y su sapiencia. Pero sobre todo nos deja un buen hombre que ha luchado contra todas las adversidades de la vida sin un solo reproche y con una disposición encomiable para afrontar todo aquello que viniese. Yo pierdo, aunque muchas veces no le hiciese caso, un buen consejero y amigo. Deja su legado en las mejores manos, las de Virginia Muñoz, una periodista magistral, una esposa excepcional y una madre extraordinaria para sus hijos. A ella, sus hijos, amigos y seres queridos les envío mi abrazo más sincero. A Hierrezuelo, mi puyita de siempre: “¿cómo nos dejas ahora que empezábamos a llevarnos bien?.

 

¡Descansa en Paz!, amigo mío con la mirada atenta de tu madre y señora Nueva Esperanza, mientras nos guias a todos por la senda del bien en este valle de lágrimas.