Resulta curioso y anecdótico, aunque no es una novedad para un cofrade como yo, culpable de mil pecados pero hombre de fe cristiana y defensor de la Resurrección de Jesús, comprobar cómo, a veces, el reloj del tiempo se detiene y provoca una especie de deja vu inexplicable.
Ocurrió el pasado domingo en La Rosaleda, tal y como nos explicó en Radio Marca Málaga nuestro compañero del diario SUR Pedro Luis Gómez. El lunes conocimos el fallecimiento de Américo Canas Martínez a los 80 años de edad, tras soportar con gran entereza una enfermedad que acabó por postrarle en una silla de ruedas.
Américo fue uno de los grandes guardametas del C.D. Málaga en los años sesenta y hasta el inicio de los setenta. Está en la lista de jugadores históricos del club malacitano junto a los Deusto, Migueli, Benítez, Viberti, Fernando o Ben Barek, a quien siempre le consideró como su hermano.
Pues como les comentaba, fue un encuentro en La Rosaleda entre el Málaga y el Pontevedra donde Américo fue encumbrado, si es que hacía falta a esas alturas. Detuvo una jugada de gol de los gallegos cinco minutos antes del descanso y, antes de irse a los vestuarios, también paró un penalty que hubiese servido para meter a los visitantes en el partido. El estadio al unísono coreó su nombre, «Américo, Américo, Américo«… ¿les recuerda algo?
Este domingo, pocas horas antes de que Américo se nos fuese a la tribuna celestial blanquiazul para colocarse al lado de su «niño« Gallardo, de Migueli, de Viberti, o del gran Juan Gómez «Juanito«, las dos acciones se repitieron: Willy Caballero salvó un penalty y la grada coreó su nombre, «Willy, Willy, Américo, Willy…«
Américo, con una humanidad a prueba de bombas, con un corazón que no le cogía en el pecho, amigo de sus amigos -Ben Barek, Manuel Merchant, Pedro Luis Gómez y tantos otros- nos dejó horas después de transportarnos a tarvés de Willy a un viaje en el tiempo que nos puso los pelos de punta y nos erizó el vello sólo de pensarlo.
Yo, como soy católico y cofrade, espero que mi Santísimo Cristo de la Redención y María Santísima de los Dolores, junto a Nuestra Señora de la Piedad, le reciban allá en el Cielo como se merece y que nunca más, nunca, nunca, nunca tengamos que avergonzarnos del club que nos representa porque uno de los suyos, uno de los más grandes, tenga que mendigar un par de entradas para ver en directo al Málaga de sus amores y de sus desvelos.
Allá donde vayas sigue defendiendo el arco del Málaga y evita que nuestros enemigos puedan seguir haciéndonos goles. Descansa en paz, maestro.