Una carta de despido, un enfrentamiento personal y unos miserables 15.000 euros de diferencia. Eso, con la pasta gansa que ganan otros empleados del club costasoleño mucho menos competentes que Marcelino Torrontegui, ha apartado de la entidad al fisioterapeuta más importante de las últimas dos décadas.
Dejar atrás por un ‘encabronamiento infantil’, impropio de un responsable judicial y alto cargo de una empresa en la situación de la malacitana, a un empleado ejemplar como Torrontegui, representa una canallada que el malaguismo y sus fuerzas vivas no perdonarán. Y, de paso, inhabilita como malaguista a José María Muñoz. Es más, la Grada de Animación: el Frente Bokerón y Malaka Hinchas, especialmente, no están de acuerdo con esta injustificable decisión y así se lo han hecho saber a quien corresponde.
Torrontegui tiene el apoyo de todo el malaguismo, de la mayor parte de los medios de comunicación deportivos de la capital, de los componentes del vestuario blanquiazul a quienes tantas veces ha ayudado y recuperado. Pero, sobre todo, tiene la razón, que está de su parte. El legado que deja, el vacío inmenso en el vestuario y en las gradas de La Rosaleda, es imponente.
Su forma de ver la vida, su distendida compresión de las más complicadas situaciones, el tener siempre una sonrisa y un buen consejo para toda la familia blanquiazul que ha convivido con el asturiano, ahora ya malagueño de adopción para toda la vida, le han convertido en un referente del malaguismo, a la altura de los más grandes de la historia, al tiempo que hacen poco comprensible lo que le ha pasado.
Echarle por la puerta de atrás como si fuese un perro, como ha hecho José María Muñoz, resulta nauseabundo, inexplicable, aberrante, más propio de un déspota egocéntrico al que se le ha subido el cargo a la cabeza que del profesional asentado y hombre de cuentas que nos vendieron a su llegada al club.
Torrontegui representa parte del escudo del Málaga CF. Del nuevo club que Fernando Puche y Joaquín Peiró hicieron grande. Del que su ‘hermano’ Fernando Sanz salvó de la desaparición. Marcelino ha estado en los malos y los buenos momentos, sin levantar la voz y ayudando desde el primero a su último día -por ahora- en la entidad costasoleña.
Vino para ayudar y se quedó 21 años, como él mismo comenta. Quién lo iba a decir. Perdió mucho dinero, renunció a otros clubes que le pagaban mucho más -pese a mis consejos de los últimos siete años- por su amor a los colores blanquiazules y la ciudad de Málaga. Torrontegui recibió los mejores elogios de grandes técnicos y jugadores de primer nivel con los que compartió vestuario. Ahora ha sido injustamente castigado.
José María Muñoz ha acertado en muchas decisiones contra la nefasta y negligente gestión de Abdullah Bin Nasser Al Thani. Lo que era fácil a la vista de lo que nuestra redacción de deportes siempre ha denunciado.
Sin embargo, se ha rodeado de un núcleo duro que le engaña y manipula de forma constante. Y ha caído en esa trampa del fútbol que tiene que ver con la exposición permanente en los medios de comunicación. Falsos aduladores que le comen la oreja, como vulgarmente se dice, con la esperanza de mantenerse en sus puestos y hacerle creer al administrador judicial que, de ese modo, continuará ligado a la entidad malaguista cuando lleguen, si es que lo hacen, los nuevos inversores.
Si de verdad se ha creído ese cuento, es que no tiene ni puñetera idea de cómo funciona este circo. Debería ver los ejemplos del mismo club malacitano, con Fernando Sanz; los del Valencia CF, con Mateo Alemany, etc. De sabios es rectificar y de necios permanecer en el error.
El despido de Marcelino Torrontegui es un gravísimo error y tendrá consecuencias para el futuro del malaguismo, como no podía ser de otra manera.
¡MEMORIA, COMPROMISO Y FE!, sobre todo en este momento.
Soy socio del Málaga, y me ha dolido tanto el despido de Toron, que no me renovaré mas el carnet hasta que no lo vuelvan a contratar. Ahora que vengan diciendo otros que no soy malaguista de verdad por este motivo.