@SuarezRMarca | El tiempo se agota, las jornadas pasan, los partidos languidecen y las oportunidades de que ocurra un milagro -ya impensable incluso dentro del vestuario- se desvanecen por completo. Y en esa angustia en la que está sumido el Málaga llega el Real Madrid, otro que en LaLiga ya no tiene nada que hacer y que mide todo el éxito o fracaso de su temporada en la Champions. La competición doméstica ya no le interesa, al contrario, le estorba una barbaridad.
De ahí que Zidane, dentro de su habitual política de rotaciones por descanso, es probable que deje sin viajar a Málaga a Cristiano Ronaldo y a Modric. Y puede que incluso alguno más, si no en la grada, sí que venga a La Rosaleda de turismo para ocupar el banquillo.
Le sobra materia primera al Real Madrid como para tener tres equipos titulares. Qué hubiera pasado si hubieran cedido a Llorente y a Borja Mayoral como les solicitó el Málaga en verano ya no importa demasiado. Como casi que tampoco que Isco, el hijo pródigo, el genio de Arroyo de la Miel, comparezca sobre el césped. Su presencia hace recordar tiempos mejores, épocas anteriores en la que sólo una nefasta gestión presidencial hizo desaparecer lo único bueno que fue capaz de crear en este club.
En estas, José González, el técnico que sólo ha ganado un partido de doce y ha sumado 6 puntos de 36, insiste en que hay que tener fe, dignidad y profesionalidad. No le queda otra al gaditano, pues sus días como entrenador del Málaga se consumen como agua por el sumidero. La imagen, según él mismo ha reconocido, será la misma; los jugadores, en su mayoría también. Sólo la baja por sanción de Luis Hernández y los problemas físicos de Torres, Ricca, Diego González, Ignasi Miquel, Chory Castro y Rolan harán que cambie su once inicial.
Casi que ya da igual. La afición está tan desencantada que ni siquiera la reventa funciona como antaño. Aún hay entradas disponibles para un partido descafeinado que cerrará la jornada dominical y puede dejar al Málaga a tiro de un partido para descender.
