@Pedromartinper | Es en los malos momentos cuando uno desea regresar a su casa, el refugio donde la calma, tranquilidad y comodidad impera por encima de todo. Pero cuando habitan espíritus y fantasmas en él, se puede convertir en el peor lugar del planeta. La Rosaleda, espacio de más alegrías que decepciones para sus hogareños, es hoy una morada lúgubre y con penumbra.
La inconformidad de los aficionados con la injusta destitución de Víctor Sánchez del Amo ha traído consigo una iniciativa de abandono, al menos en los primeros 45 minutos del encuentro contra la Ponferradina, del estadio para la jornada de mañana. Los jugadores, los más perjudicados en este acto, tendrán que convivir con la confusión y desorden mental que producirá no ver a los fieles animadores en aquel lugar donde se celebró una comunión que aún emociona cuando se mira al pasado.
Un pasado donde el clima era soleado y no cubierto de nubarrones y tormentas. Además, la última actuación del Málaga en su hogar fue un espejismo y presagio del inicio de año para los blanquiazules. Aquel empate en el 102’ que dejó helada a la hinchada aún afecta en aquellos que se sentarán en sus respectivas butacas para presenciar el partido de la jornada 23.
Pero es momento de levantar la cabeza. De coger el toro por los cuernos y enfrentarse al miedo. De superar cualquier obstáculo, por más grande que parezca. Es momento de ganar, de sumar de tres, de espantar a los dichosos fantasmas que viven a su libre albedrío en Martiricos. Mantener la categoría pasa por, de una vez por todas, hacer de La Rosaleda un territorio hostil para los visitantes y no para los anfitriones. Es, en definitiva, una ocasión para volver a sonreír.
