@SuarezRMarca | Definitivamente, el Málaga tiene un problema fuera de casa y de los gordos. Ya no es sólo por caer derrotado ante el Extremadura, que ocupaba puestos de descenso antes del partido, o por haber sumado sólo 2 de los últimos 18 puntos en juego como visitante, o que lleve tres meses sin ganar a domicilio. Es, sobre todo, por la sensación que desprende el equipo, tan ansioso cuando se ve por detrás en el marcador que desperdicia el par de oportunidades de gol que suele tener por encuentro. Los rivales ya conocen las dificultades extremas de los hombres de Muñiz para producir juego y se le encierran a la espera de un error defensivo que, últimamente, está apareciendo más de lo razonable para un equipo cuyo único objetivo es el ascenso.
Es ahí por donde empiezan los problemas de un Málaga que al calor de La Rosaleda se siente seguro, confortable y poderoso. Pero no es suficiente. En el Francisco de la Hera hubo más de quinientos aficionados malaguistas apoyándolos. Ni por esas. La baja de Luis Hernández se está notando más de la cuenta. Su liderazgo permitía corregir errores de sus compañeros, pero Pau Torres y Diego González juntos no dieron ninguna consistencia. Algo malo tiene que ver Muñiz en Lombán para no darle minutos y que aporte en el campo con su experiencia. Tampoco Munir parece en su mejor momento. De las paradas salvadoras de las primeras jornadas ha pasado a cierta incertidumbre cuando tiene que salir de su portería. El gol de Kike Márquez se inició en una salida a por uvas del marroquí.
No se libra de las críticas el centro del campo. Incapaz de hilvanar una jugada con el doble pivote N’Diaye-Adrián, la responsabilidad de llevar peligro a la portería contraria recae en los extremos y en los dos puntas. Es en las bandas donde más está rotando el técnico blanquiazul, sin que ninguno sea capaz de fijar su rol de titular. En Almendralejo fueron elegidos Renato y Ontiveros. El primero se marchó antes del descanso por una discutida decisión técnica entrando Hicham en su lugar. El canterano marroquí volvió a decepcionar como revulsivo. Más difícil de entender es lo de Pacheco. El futbolista de más clase de la plantilla lleva dos semanas sin jugar un sólo minuto. Aun sin estar bien, porque sigue acusando su irregular pretemporada, es difícil de entender su ausencia y que Lacen sea elegido como último cambio cuando se trata de remontar un resultado adverso.
Las culpas deben repartirse a partes iguales en los de más arriba. Blanco Leschuk ha sido todo un descubrimiento por su juego de espaldas, su habilidad para aguantar la pelota y su capacidad rematadora. Pero esta sólo llega en casa. El argentino aún no sabe lo que es cantar un gol lejos de La Rosaleda. Y no es por falta de ocasiones. Dos muy claras tuvo ante el Extremadura, una en la que Álvaro Fernández despejó con la yema de los dedos al palo y otra en la que era más fácil empujar el balón con el interior antes que agacharse un metro y golpearlo con la testa. Su acompañante esta vez fue Juanpi por la lesión de Koné y la falta de ritmo de Harper tras recibir el alta. El venezolano fracasó y se quedó en el descanso en el vestuario para que entrase Héctor Hernández, quien tampoco justificó sus minutos en el campo.
Y dentro de esta crisis como visitante, Muñiz, que ya era criticado por un sector de la afición incluso ganando por recular demasiado el equipo al adelantarse en el marcador, no sale bien parado. Si lo del cambio de Renato fue incomprensible a ojos del espectador, y más aún tras la justificación de “buscar más profundidad con Hicham”, la revolución táctica introduciendo a Lacen para retrasar a N’Diaye, acabar con tres defensas, sin carrilero diestro y sin nadie para dar un pase entre líneas, fue aún peor solución.
El Málaga aún respira porque es intratable en La Rosaleda, donde lo ha ganado todo. Pero fuera de casa sufre esa terrible enfermedad de la agorafobia, que le hace no dar el máximo. Su última victoria como visitante llegó en Almería en la tercera jornada, en un lunes 3 de septiembre. Ya ha llovido desde entonces.