La selección de la ilusión, la del reencuentro con la afición, da otro paso hacia el paraíso que espera el domingo. Ante una selección de estrellas mundiales opuso personalidad, descaro y sufrimiento. Da igual el rival. Cuatro minutos de magos abatieron a Francia. Lamine Yamal hizo un gol impropio de los 16 años, Dani Olmo remachó la remontada y luego tocó construir una fortaleza.
El fútbol es de los elegidos y España tiene uno, Lamine Yamal, genio para reenganchar a España cuando Francia tenía el marcador en el bolsillo. Es el triunfo de un grupo que llegó a Alemania sin hacer ruido. Francia utilizó la baza psicológica de utilizar a Mbappé sin máscara. Con él se emparejó Jesús Navas, al que una amarilla pronto provocó algún ataque de pánico.
En la primera que tuvo Mbappé puso un balón de oro en la cabeza de Kolo Muani para que abriera el marcador. Francia había llevado el partido hacia su paraíso, un gol a favor y el equipo replegadito a la espera de un descuido.
Las respuestas llegaron desde el descaro insultante de los 16 años. Lamine Yamal controló fuera del área y colocó un zurdazo por la escuadra. Lo hizo delante de Rabiot, el de las bravatas en la previa cuando le pedía al zurdo que hiciera más. Múnich, semifinal de la Eurocopa, Francia de rival y un 9 de julio. Como para hacer camisetas.
España no conoce la palabra timidez. Con la inercia de un gol de boca abierta, Dani Olmo controló dentro del área, se deshizo de Tchouaméni, empaló con la derecha y Koundé tocó antes de entrar en la guarida de Maignan.
En un rato la selección española había metido un mordisco a una roca, una selección patrocinada por el ministerio de Defensa. Esta Francia no tiene nada que ver con aquella que seducía en los años 80, en la que en el centro del campo, al lado del emperador Platini, oficiaban Tigana, Giresse, Luis Fernández o Genghini. Ahora, con Kanté y Tchouaméni, triunfa el gimnasio.
Quedaban los Alpes, los Pirineos y todo el cronometraje por delante. España había mostrado una eficacia letal en la que apenas mostraba fisuras. Poco a poco, pulgada a pulgada, Francia se apoderó del encuentro, aunque sin crear ocasiones claras. El balón llegaba a Mbappé y Dembéle como norma, dos regateadores de club de la finta.
A España le tocaba lidiar con un partido anti-natura, como jugar Wimbledon en cemento. Deschamps miró al banquillo para un triple cambiazo con Griezmann, Camavinga y Barcola. El cuerpo de Navas dijo basta, entró Vivian y Nacho se fue a la derecha. Como último recurso, Francia utilzó a Giroud, un Füllkrug francés, a la espera de romper con la cabeza un balón.
Maignan estaba muy lejos. Para España quedaba un ejercicio de resistencia. Laporte se dejó medio tabique en un choque con Giroud. Cada jugada se disputaba con lanzallamas mientras Francia mandaba drones sobre el área. Lamine Yamal hizo una falta en el minuto 90 para cortar una jugada peligrosa. Una decisión monumental. España toca el cielo con los dedos. La cuarta está a la vista.