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CONGELADOS MIENTRAS JUEGAN CON FUEGO

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Renato Santos se lleva las manos a la cabeza tras un nuevo empate || laliga.es

@SuarezRMarca | Es curioso esto del Málaga. Juega con fuego pero, sin embargo, se congela, se hiela viéndose cada vez más lejos del ascenso directo. Pajarito se quedó en Los Pajaritos, en un ambiente desangelado, impropio del fútbol profesional, con un empate que no sirve para nada si el objetivo es acercarse a la segunda plaza. El tropiezo del Granada no sólo no lo ha aprovechado sino que, además, ha perdido la cuarta plaza. Y todo por la racanería de jugar en la primera parte a contemporizar, a defender sin mirar al marco contrario, a esperar que un milagro apareciera porque lo que es fútbol, nada de nada. Sólo el arreón inicial de la segunda mitad salvó el empate, lo que aún explica menos por qué los de Muñiz no juegan siempre así, buscando con ansia el marco contrario. Y más ante un rival tan debilitado como el  Numancia.

 

Sorprendió el técnico gijonés dejando en el banquillo a Blanco Leschuk y dando una nueva oportunidad, la segunda como titular, a un Seleznov que para nada se ha ganado ese derecho. Con el ucraniano en el campo, la presión y la movilidad no son las mismas, lo que obligó a un sobreesfuerzo a Renato y a Mula, quienes tuvieron que recorrer metros y más metros detrás del balón. Porque la posesión, como se esperaba, era local. Los de López Garai tocaban y tocaban esperando el hueco, buscando las bandas, sobre todo la derecha con Yeboah y con Medina. Este último, en el primer disparo a puerta, cazó un balón en la frontal del área que se estrelló en el palo izquierdo de Munir. Susto mayúsculo para un Málaga que seguía frío como la noche en Soria. Es más, siguió cediendo terreno y balón sin ningún tipo de pudor. Y mala suerte para el propio lateral diestro que se lesionó en esa acción.

 

Hubo que esperar al ecuador de la primera mitad para que los blanquiazules se acercaran a Juan Carlos. Un pase al hueco a la espalda de la defensa que aprovechó para colarse en el área Mula. El canterano, todo ganas, le pegó con la parte externa del tobillo y ya se pueden imaginar dónde acabó el disparo. Como el de Luis Hernández, que minutos después mandó la pelota incluso fuera del estadio. Algún vecino seguro que se lo agradecerá.

 

Al menos ya se le había pasado la alergia a los de Muñiz de rondar la meta numantina. Le costaba llegar por la maldita manía de muchos de conducir y retener la bola antes de soltarla. Renato lo intentó, primero con un centro, por fin, a buena altura que acabó rematando Adrián, despejando la zaga local y voleando el portugués en un disparo que desvió lo justo Ganea con su flequillo.

 

Pero justo cuando más se estiraba el Málaga, apareció un centro de Ganea desde la izquierda que cabeceó al palo David. El rechace, con Munir en el suelo, le cayó a un Diamanka que sólo tuvo que empujar la pelota a puerta vacía. Noveno gol de la temporada para el senegalés, que entró sin oposición y no desaprovechó el regalo para estrenar el marcador.

 

Rectificó su conservador plan inicial Muñiz tras el descanso dejando en la caseta a Mula y a Keidi, y dando entrada a Blanco Leschuk y a Iván Alejo. Y el plan dio resultados en menos de cinco minutos. La primera del extremo, un balón de oro al segundo palo que no pudo empujar Renato porque Nacho tocó cuando el luso ya se relamía; en la siguiente no falló nada. Córner al corazón del área pequeña que Ricca remató con esa rabia y raza que siempre deja sobre el césped. El capitán apareció cuando más lo necesitaba su equipo para igualar la contienda. La incógnita es conocer por qué el Málaga no salió así, a comerse al rival, desde el inicio del encuentro.

 

Se respiraba otro aroma a favor de los malagueños, mas ese empuje apenas duró un par de minutos, los que tardaron los de López Garai en ajustar posiciones y el rival en volver a recular. En todo caso, el choque estaba más abierto que nunca. Munir tuvo que aparecer para realizar su parada milagrosa del día a cabezazo de Higinio. Adrián, de nuevo en un córner de Renato, perdonó lo que no suele fallar a un metro de la portería con Juan Carlos ya batido. Llegaría otro palo, el tercero para los locales, tras una falta lanzada por Fran Villalba. Y entre medias, N’Diaye y Pau Torres forzaron las amarillas que necesitaban para limpiarse de tarjetas de cara a la recta final de la temporada.

 

Así transcurrieron los minutos sin que ninguno de los equipos pudiera mover el marcador. Unas tablas que no contentan a ninguno, ni mucho menos a un Málaga que pierde su cuarta plaza y se queda a 9 puntos del líder y a 6 del Granada sin aprovechar el tropiezo de los nazaríes. El ascenso directo, cada vez más lejos.  

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