@Carloshernando_ | Aun no sabemos si los jugadores del Málaga no se comieron las uvas al final de año, si al Gato Romero lo miró un tuerto o si sobre el equipo descansa un mal de ojo de grandes dimensiones. Lo cierto es que el equipo no arranca y los puntos nunca llegan.
Sí fue palpable la ilusión del malaguismo con el comienzo de 2017. La espantada de Juande tras el pésimo juego del equipo y la llegada de un hombre de la casa como Marcelo Romero resurgía el optimismo de la afición, encorajinados por la garra del uruguayo y con la esperanza de ver en los jugadores la lucha y la entrega del joven entrenador.
Las buenas sensaciones que se vieron al principio de su efímera etapa como técnico se convirtieron en un espejismo con el paso de las jornadas, hasta tal punto que se decidió cesarlo y traer a alguien con experiencia en el banquillo para evacuar al equipo de la desastrosa situación que vivía y vive todavía. Hasta la llegada de Míchel, el equipo ha sufrido un comienzo de año nefasto, maldito y desafortunado, perjudicado en ocasiones por decisiones arbitrales o por falta de acierto en la delantera. Empates y derrotas han sido el hábito en 2017, año en el que por ahora solo se ha disfrutado de una única y sufrida victoria ante Las Palmas.
5 puntos de 33 posibles en tres meses son números de equipo destinado al descenso, al que solo le está salvando la paupérrima situación de los de abajo. Osasuna, Sporting y Granada darían tortas por estar en el lugar del Málaga y eso ya es decir visto lo visto por Martiricos. Los de Míchel deben mejorar los números en 2017 y para ello tendrán que empeorar aun más a los de abajo a la vista de los enfrentamientos directos que se avecinan.
