@SuarezRMarca | Los pecadores en vida acabarán en el infierno, es una máxima de los creyentes. Los que creen en el baloncesto y vieron al Unicaja en la Sala Pionir sabrán que los malagueños no salieron vivos de una de las pistas más calientes de Europa -si no la que más- por culpa de sus propios errores. Se autoflageló el Unicaja, que siempre fue a remolque en el marcador, pero que también mantuvo hasta casi el final sus opciones intactas.
En el último cuarto llegó a ponerse a solo 3 puntos después de llegar a perder en varias fases del encuentro de 12. Sin embargo, cuando parecía que tenían en su mano la remontada, volvieron a abandonarse a la contemplación. Y así pudieron ver como espectadores privilegiados la calidad del Estrella Roja desde el perímetro. Preocupaban Jovic o Miller. El que encarriló el triunfo para los serbios fue Simonovic con su 4/6 en triples, la mayoría en los últimos cinco minutos.
Si a ello le añadimos que Lamonica -vaya árbitro más lamentable- se aburría en un encuentro de guante blanco y se inventó una técnica a Plaza, ni siquiera el purgatorio fue ya opción para los malagueños. Sólo el trabajo defensivo de Suárez, Cooley y Díaz, y algún momento de racha de Jamar Smith -máximo anotador del Unicaja con 11 puntos- pudieron salvar a los suyos. Pero los Hendrix, Vázquez, Nedovic o Jackson fueron un lastre para sus compañeros.
En cambio, en los balcánicos, si Jovic (15 puntos y 5 asistencias) se iba al banco, aparecía Guduric (13 puntos) para anotar; y si al zurdo se le cerraba el aro, ahí estaba el citado Simonovic para sentenciar. Se escapó así una victoria de Belgrado que pudo ser más que factible si el Unicaja hubiera jugado como sabe. Pero no lo hizo y el castigo fue que se quemaron en el infierno. Veremos si las heridas las cura la ACB desde Madrid.