Se me ha roto el corazón y el alma. Casi no puedo ni redactar estas líneas porque no me cabe duda de que muchas cosas vividas en mi juventud junto a Javier Imbroda son imposibles de plasmar en esta despedida inesperada pese a las circunstancias que todos conocíamos. De hecho, para mí, siempre será un ¡hasta luego!, ni concibo, ni pienso permitir mientras me quede un aliento de vida que sea un ¡adiós!.
Para la mayoría de los que hoy escriban, Javier representa para ellos un deportista de élite, un campeón, un ejemplo de vida y un maestro en todos los sentidos.
Y, no lo duden, se quedan cortos en todos los adjetivos calificativos que utilicen para definirlo en estas cuestiones. Sin embargo, mi visión de Javier Imbroda es otra.
Me ayudó junto a su Presidente de toda la vida, Jacinto Castillo, a construir un club de baloncesto en Churriana, mi patria chica, ejemplo de las ligas provinciales. Respetó y me hizo ser respetado en el mundo de la canasta malagueña y en el periodismo baloncestístico de la ciudad. No dudo nunca en promocionar a su CB Maristas en nuestra cancha de hormigón, por llamarla de alguna manera.
Estuve a su lado y al de Pedro Ramírez, su amigo de toda la vida, ¡que pena más grande!, hermano Pedro, cuando los sesudos periodistas de la época dudaban de que el proyecto de Unicaja una vez fusionado con Maristas, saliese bien en sus manos. Les vi crecer desde la Segunda División y ascender desde la calle de la Victoria a la Liga ACB. Jugar la Euroleague y casi ganar una liga imposible, dichoso y ejemplar triple de Ansley.
Imbroda fue fe de vida, deja un legado inigualable que sus hijos, Javier y Pablo, y familia sabrán mantener, al igual que sus amigos, en el tiempo. Me queda el recuerdo eterno del reconocimiento merecido que le dimos hace poco más de mes y medio.
Algo me decía en lo más hondo de mi ser que debía hacerlo ya y así lo hicimos. Me alegra que en su camino político fuese acompañado del bueno de José María Arrabal, no ha podido tener mejor compañero para la odisea de este último año y medio.
No ha querido ocultar su enfermedad y ha sido un ejemplo de lucha y sacrificio para los demás. ¡Descansa en Paz!, amigo mío y comparte tu sapiencia y magisterio con los grandes del baloncesto malagueño que te han precedido en este viaje a tu tribuna celestial donde te esperan para tener tertulias como las que tú creaste.
Desde el corazón y con el alma triste, esbozo una sonrisa al recordarte, pues cualquier otra cosa que hiciese recibirá tu reprimenda cariñosa para levantarme el ánimo.
¡Memoria, Compromiso y Fe!, sobre todo esto último, hoy más que nunca.